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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Falencias administrativas en el IESS

12 de septiembre de 2014

La institución de seguridad social más trascendente de la patria tiene un historial muy importante en su devenir de muchas décadas, obviamente con altibajos y momentos luminosos y otros con connotaciones nocivas, que en momentos trágicos de nuestro trajinar político pusieron en riesgo su propia existencia.

Recordemos solamente que en el gobierno del arquitecto Durán-Ballén se la intentó privatizar, y fue el pueblo ecuatoriano, con contundente veredicto, que en un referendo ejemplar evitó tamaña pretensión de despojo de derechos de parte de la oligarquía de siempre.

Es cierto que desde su génesis el Seguro Social padeció la agresión de varios de los gobiernos de turno; de la mora viciosa de las empresas privadas y del Estado; de pésimas administraciones; de abusos por parte de una burocracia atrabiliaria y codiciosa; de dirigentes sindicales -ganados por la recurrencia de poder- siempre exigiendo canonjías más allá de lo prudente y legal, sin reflexionar siquiera que al  hacerlo se perjudicaban ellos mismos; de igual manera que existían -y por desgracia continúan- tratos vejatorios y hasta corruptos de grupos de empleados y prácticas alejadas de las normas de atención de calidad y calidez.

Y fundamentalmente que aún la seguridad social ecuatoriana no es universal, no obstante el mandato constitucional. Pero no es menos cierto que en los últimos años las situaciones de sus servicios médicos ha mejorado, soy testigo de ello, cuando acompañé a la mujer que amo en una hospitalización que duró más de un mes, en el nosocomio Maldonado Carbo, y comprobé la eficiencia de sus médicos, paramédicos y personal auxiliar, la alta tecnología de sus equipos de  diagnóstico, de última generación, que son admiración en otros centros  de salud de América.

Salas como la de neumología, comparables a las de hospitales del mundo desarrollado, etc., etc. Desde luego quedan defectos en estas entidades de salubridad, desbordadas por el aumento de pacientes en consultas e internamiento y de falta de ciertas medicinas y la necesidad de camas, rémora de un pasado a todas luces negativo.

Mas, al erigir nuevos hospitales -ya en construcción- creo se arreglará grandemente la problemática.

No obstante, hay quejas sobre la atención en algunas oficinas donde el interés por el usuario es  bajo -a diferencia de otras donde es eficaz- sea por la  escasa idoneidad de  servidores; el trato descortés de funcionarios o las exigencias burocráticas. Por ejemplo, en afiliaciones, aquellas requeridas al ‘empleador doméstico’ (sic), se pide por lo menos la  entrega de seis documentos previos: solicitud original (que solo se la puede lograr en ciertas fechas); original y fotocopia del RUC; original y fotocopia de la cédula de ciudadanía a color, actualizada y no deteriorada; si se trata de la delegación en otra persona (mi caso), presentación de la cédula de ciudadanía propia y sus fotocopias a color; original y copia a color de la papeleta de votación; original y fotocopia de una planilla de servicios básicos a nombre del solicitante o el contrato de arrendamiento, en caso de que la factura esté a nombre de terceros, la cédula de ciudadanía de esa persona acompañada de una carta en la que justifique dicho hecho, con la dirección que consta en su RUC.

Todo ello para realizar el primer paso para cumplir con un mandato legal y moral de afiliación al IESS, de colaboradoras domésticas, postergado por siglos de derechos irrenunciables.

Es de justicia, entonces, pedir que se cambien procedimientos y maneras de atención y gestión.

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