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El Telégrafo

Falacia ideológica

31 de octubre de 2012

Obtuvo protagonismo social como primer personero -por tres períodos- de un cantón de la serranía norte con más de 40 mil habitantes. Colgaba en su despacho el retrato de Ernesto “Che” Guevara, del cual funge de ferviente seguidor. Desde el ejercicio municipal (cuyo contenido de la agenda -según sus propias palabras- se establecía con 15 días de antelación), se autocalificó como activista ecológico y adalid de la participación ciudadana.

Ostentó premios y reconocimientos por su gestión pública. Su imagen de administrador local tuvo constante acogida en ciertos medios privados de cobertura nacional. Hizo del arco iris partidario su horizonte estratégico para encandilarse en aquel pequeño poder de tinte caciquil. Interlocutor de los postulados del movimiento indígena (uno de ellos: “ama llulla”, que en español significa “no ser mentiroso”). Crítico de la cúpula de la Iglesia católica y de las prácticas neocoloniales. Y, a la vez, amigo personal del burgomaestre guayaquileño Jaime Nebot.

A simple vista su personalidad encarna una carga egocéntrica. Aquella característica humana provocaría su reciente decisión: juntarse con la derecha recalcitrante del país, a partir de convertirse en potencial aspirante vicepresidencial. También se evidencia una explícita ambición particular -en menoscabo de resoluciones colectivas- que le conlleva a comulgar en similar misa dominical con la rancia burguesía, reflejada en grupos financieros, empresariales, mediáticos.

Los objetivos electorales son coincidentes entre estos sectores y el binomio del candidato-banquero. Lo que se desconoce es si esa compatibilidad se sostendrá en la cimentación del Estado plurinacional e intercultural, entre otros temas programáticos. La reacción de la Conaie y su brazo electoral, el Movimiento Pachakutik, ha sido inmediata: expulsión de sus filas del economista graduado en Cuba y declaratoria de traición ideológica. Eso no resta síntomas de fraccionamiento organizacional. Podría afirmarse que se descubre un personaje de contradicciones.

Hay un episodio que confirma lo dicho: en la época gubernativa de Gustavo Noboa (2001), Luis Maldonado Ruiz asumió el Ministerio de Bienestar Social. Tal nominación fue duramente criticada por el otrora alcalde de Cotacachi, en virtud de que el dirigente kichwa-otavalo comulgaba con las tesis neoliberales.

Al parecer, esa postura política es cosa del pasado. Ante tal actitud, cabría decir que Auki Tituaña (o en este caso Segundo Antonio Tituaña) se despojó de la máscara de militante progresista para reproducir el discurso manoseado del “respeto a las libertades”, desde la otra orilla: en donde pululan los acérrimos creyentes del conservadorismo reencauchado.

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