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El Telégrafo

Explorando a las izquierdas (I)

16 de julio de 2012

Hace algunos años, decir que en el Ecuador existían varias izquierdas, era recibido con escepticismo; se pensaba que eso no era posible; que lo que existían era tendencias en “la izquierda”. Variantes de un mismo centro ideológico que pregonaba ser una eterna oposición al sistema instituido.

El enemigo central eran los poderosos y ricos del país y, claro, el Estado al cual se lo concebía como la expresión de la dominación; entonces lo que había que hacer era una oposición de todo nivel contra el Estado.

Incluso algún partido de izquierda que fluctúa entre el maoísmo, el estalinismo y la anorexia ideológica, promulgaba votar en 1983 por el candidato socialcristiano, bajo el argumento de que así se profundizarían las contradicciones sociales y de pronto el socialismo emergería triunfante; cosa que nunca ocurrió y lo que pasó fue todo lo contrario: represión, muertos y desaparecidos políticos.

Esa izquierda, desde su fundación, quedó encantada con el “retorno de la democracia” que fue más el “retorno del mercado”. Impulsó un juego democrático carente de bases organizacionales, ya que se concebían que eran ellos mismos las bases o las voces de las bases, por tanto, el pueblo mismo. Otra izquierda fue por la lucha armada, más consecuente en sus principios y acciones: luchar contra el Estado burgués, lo cual mereció por parte de otras izquierdas las peores acusaciones o alabanzas que en cualquiera de los casos, sucedía desde la seguridad de ocupar bancadas en el Congreso o algún puesto en el Estado.

Han pasado más de treinta años y buen número de esas izquierdas se mantiene exactamente en el mismo lugar ideológico. Aún imaginan la utopía socialista como un acontecimiento casi mesiánico-cristiano, que de pronto, casi como un rayo en la noche, iluminará la sociedad ecuatoriana. Aún hablan de algo denominado “pueblo”, que aún no es claro qué mismo quieren significar con aquello.

Imaginan una sociedad igualitaria frente a una realidad compleja y plasmada de diversidad. Y sus intelectuales llaman, convocan a luchar contra el mal mayor: la propiedad privada, sin embargo, disfrutan plenamente de las comodidades de la propiedad privada de bienes y servicios. Responden que están en contra de la propiedad de los medios de producción y de la acumulación de capital, pero guardan una moral luterana-calvinista de ahorrar mucho y gastar poco…

Una especie de esquizofrenia ideológica, o dicho a los nuevos tiempos, una bipolaridad ideológica. Exigen el cultivo de los saberes ancestrales y al “otro” contra el pensamiento euro-anglocentrista, pero son cultores de los pensadores más de moda de las latitudes del norte neocolonial.

En medio de todo eso, la “praxis” o el pensamiento crítico y su teoría quedaron a merced del mejor postor. Vale preguntarse: ¿cuántos de esos intelectuales autodenominados “orgánicos” lo fueron, o fueron, solamente, orgánicos a fomentar un culto a su personalidad?

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