Históricamente ha existido una exclusión de grupos minoritarios como mujeres, personas negras y población LGBTI+. La esfera pública, en la época burguesa, pertenecía únicamente a hombres que, con una posición económica y estatus social dominante, tenían voz y voto en las actividades políticas. En el siglo XXI, ¿ha cambiado esta realidad?
La esfera pública ha sido y es el espacio en donde grupos luchan por ser escuchados. Quienes históricamente han tenido una posición privilegiada han conseguido que sus discursos penetren en la mentalidad de las personas. Ejemplo de estos mensajes han sido la heterosexualidad y la familia tradicional.
Pero estas no son las únicas realidades. La sociedad está llena de formas de ver el mundo. Unas ideas son más fuertes y otras más débiles.
Las personas de la diversidad sexo-genérica somos excluidas. Por ejemplo, una mujer, bajo una matriz heteronormativa y patriarcal, aún está destinada a asumir roles en el hogar, casarse y criar a sus hijos. ¿Pero qué pasa si es lesbiana? Tiene que rendir cuentas en su hogar. Los ámbitos educativo, laboral y social le cierran las puertas. Se ve ignorada y prefiere guardar silencio. La realidad es mucho peor para personas trans.
La heterosexualidad sigue siendo vista como única y obligatoria. Recordemos hace más de 2 años que, cuando una ley a favor de la equidad de género estaba en debate, grupos antiderechos se opusieron porque, según ellos, esta pretendía acabar con la familia. Estos mismos grupos fueron quienes se mostraron en contra cuando Ecuador se convirtió en el país No. 27 en aprobar el matrimonio igualitario. Con el COVID-19, la población LGBTI+ sigue siendo una de las más ignoradas.
¿Ha existido un avance legal? Sí. ¿La sociedad incluye a todas las personas? No. Aunque la constitución reconozca derechos LGBTI+, aún somos penados y silenciados socialmente. Es por ello que hoy más que nunca es importante generar acciones de resistencia que nos permitan, por fin, ser incluidos en la sociedad.