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El Telégrafo

Exceso de velocidad

30 de julio de 2013

Como aficionada a la psicología que soy me he preguntado con frecuencia qué complejos y traumas juegan en la mente de alguien detrás de un volante, sobre todo en  Ecuador. Es obvio que no se trata tan solo del hecho de conducir un vehículo para trasladar a personas u objetos de un lugar a otro en un tiempo determinado, pues, si fuera solamente por eso, no se observarían jamás en la vida conductas como las que detallo a continuación:

Vemos  los resultados de la imprudencia y la soberbia en
el descarrilamiento de un tren en España. Exceso de velocidad, 75 pérdidas humanas
Me ha pasado: hay un obstáculo (vehículo dañado, bus detenido, accidente...) en el carril derecho de la calzada o carretera. Enciendo la luz direccional para pedir paso y basta con que la vean para que  los conductores que vienen por el carril central aceleren como diciendo: “que le dé paso el de atrás”, o con más certeza “que nunca logre cambiarse de carril”. Si hay un termómetro para medir el egocentrismo, la falta de solidaridad y el irrespeto es ver precisamente cómo reaccionan los conductores ante ciertas señales de conducción o tránsito. Otro ejemplo: la cebra para el paso peatonal. Afortunadamente han aumentado las personas que detienen su vehículo cuando hay gente que aspira a cruzar por una franja peatonal, pero todavía puedo ver gestos fastidiados en el conductor que viene detrás de mí cuando lo hago, cuando no una boca que dibuja un insulto muy claro por el pronunciado movimiento de los labios.

Todavía resuenan los ecos del lloriqueo masivo cuando se bajaron los límites de velocidad máxima en las vías del país. Sin embargo, no deberían haber lloriqueado tanto si no estaban dispuestos a cumplir la ley, pues sucede todo el tiempo que hay vehículos que van por las vías principales de la ciudad a una velocidad muy superior a 50 km/h, así como los buses siguen haciendo competencias ante la aterrorizada impotencia de sus pasajeros.

Otra: los taxistas con confusión espacio-temporal. Unos (los “traidores”, seguramente) utilizan el taxímetro todo el tiempo en el perímetro urbano. Otros deciden que a partir de las seis de la tarde ya para qué y, además, deciden que el sector de Carretas en Quito ya está “fuera de la ciudad”, como me dijo amablemente -debo reconocerlo- un conductor que me impuso la tarifa de su conveniencia al traerme a la casa en una noche de pico y placa.

Vemos en este momento los resultados de la imprudencia y la soberbia en el descarrilamiento de un tren en España. Exceso de velocidad, 75 pérdidas humanas.

Nos compadecemos y nos indignamos. Pero si somos sinceros, detrás de ese volante o timón, ¿nos habría ido mejor?

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