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El Telégrafo

¡Excelencia!

17 de abril de 2013

Parece que la mayoría de los medios de comunicación limita la excelencia al espacio intelectual. Excelente es aquel que tiene 10 sobre 10 en todas las materias como si hubiera logrado la perfección divina. Excelente es aquella universidad que tiene el mayor número de profesores diplomados sin averiguar si no han copiado sus textos de Internet.

Excelente el ministro que enarbola títulos de las “mejores” universidades del planeta. Excelente es aquel que se presenta en corbata de color, terno negro impecable y zapatos brillantes, y no tiene más pensamientos que los que aprendió de memoria. ¡Excelente hipocresía vacía de valores humanos y sin horizontes de trascendencia!

Luego estos excelentes intelectuales se llenan la boca con sofisticadas explicaciones sobre el Bien Vivir, la organización popular y la sabiduría ancestral. ¡Qué lejos estamos de una revolución que se construye a partir de los sectores populares organizados, los comités de mujeres, las asociaciones de jóvenes de barrio, las comunas y las comunidades indígenas!
Muchos deberían recordar lo que san Pablo decía a los Corintios: “Dios ha elegido lo que el mundo considera necio para avergonzar a los sabios, y ha tomado lo que es débil en este mundo para confundir lo que es fuerte. Dios ha elegido lo que es común y despreciado en este mundo, lo que es nada, para reducir a la nada lo que es”.

El proyecto de Dios es el Reino que no se limita a lo religioso y espiritual sino que abarca toda la vida humana en sus distintas dimensiones materiales y sociales. Por eso el Reino se hace presente cuando crecemos en dignidad personal, en fraternidad sin fronteras, en igualdad equitativa, en solidaridad con las causas y las luchas de los pobres, en sabidurías ancestrales…

Claro que necesitamos muchos profesionales bien preparados intelectualmente, pero que no hayan olvidado que la excelencia humana se encuentra en mucha gente sencilla que no ostenta ningún título universitario pero que ha aprendido de sus luchas por la sobrevivencia, la organización y el desarrollo humano el secreto de una vida llena y una convivencia armoniosa. Monseñor Proaño, cuyos escritos han sido reconocidos como patrimonio cultural del Ecuador, lo decía: “Mi universidad ha sido el pueblo de los pobres y de los indígenas”.

¡Ojalá busquemos la excelencia en la vida de los pobres dignos, fraternos y solidarios para construir con ellos la civilización del Bien Vivir, cuyos portadores natos son los indígenas, raíz y matriz de la ecuatorianidad!

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