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El Telégrafo

Ex militar derrotado y sus falsas promesas

27 de octubre de 2012

Hombres y mujeres se equivocan y les asiste el derecho a enmendar sus yerros y enderezar rumbos hasta encontrar el camino acertado, pero los traidores y ambiciosos merecen el repudio y desprecio ciudadano. Preferible enfrentarse al enemigo que al falso amigo, que suele movilizarse oculto, promete y adula en su intención de lograr sus aviesos fines.

Sociedad Patriótica, con el apoyo del movimiento indígena Pachakutik y el MPD, inició su gobierno en enero de 2003 exhibiendo su promesa de combatir la corrupción y solucionar los problemas sociales del país. El ex militar supone que los ecuatorianos se han olvidado lo que la historia relata: “Al poco tiempo de haber ascendido al poder, el coronel Gutiérrez pactó con los partidos políticos tradicionales -especialmente el Partido Social Cristiano- a los que atacó con dureza durante la campaña electoral. Esto motivó el rechazo de los movimientos sociales que lo apoyaron”. Este es otro de los casos de traición, registrado en la historia del Ecuador.

Aún latentes las multitudinarias marchas de los forajidos contra ese nefasto régimen, hoy el defenestrado coronel, con faranduleros, sus escasos seguidores, familiares y desertores de otros partidos, ambiciona, nuevamente, dirigir el gobierno, a donde  solo pueden  llegar los patriotas, capaces y leales. No hay espacio, definitivamente, para los aventureros de la política.

El juicio crítico de la historia explica que si bien es cierto que la destitución del militar no fue constitucional, se justifica por el alto grado de corrupción y nepotismo en el que estaban involucrados familiares del mandatario, militares y funcionarios públicos. Derrocado el ex militar, huyó del palacio presidencial y se refugió en la embajada brasileña en su condición de exiliado.

Rafael Correa ha demostrado dotes morales, preparación académica, sentimiento humanista y honradez, atributos  indispensables para administrar el país como Primer Magistrado. No mentir ni postrarse ante Washington respecto de la base de Manta y el Fondo Monetario Internacional. No traicionar al pueblo que lo eligió ni a los grupos políticos que lo apoyaron. La era de los Gutiérrez llega a su término, los hechos pasados no se repiten; los relevantes sirven de ejemplo para las nuevas generaciones; los deplorables, solo recordarlos como estigma para no incurrir otra vez en esa vergüenza histórica.

Repugna el relato de un periodista que inventa un recibimiento apoteósico al ex mandatario durante su recorrido en vehículos como si se tratara de un grandioso suceso. Se olvida la posición de la prensa de esa época contra el  oprobioso  régimen del militar. Hoy lo alienta solo por enmarcarse en la oposición al régimen de Rafael Correa.

En un país democrático se acepta la presencia de cualquier número de aspirantes, pero falta considerar requisitos ético  y capacidad intelectual para participar como candidato a la Primera Magistratura de la Nación. Lo cierto es que la Revolución Ciudadana avanza y hay que aceptar los absurdos tolerados por la democracia.

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