Un ciclo en verdad muy corto, un espacio de tiempo escaso de tan solo 8 años, fue el que le dio la vida a Eva Duarte para dedicarle a la política de su nación, al servicio de los desheredados de su pueblo. Pero fundamentalmente este fue un período fructífero en su labor de fortalecimiento de la acción de gobierno desarrollada por su compañero Juan Domingo Perón. Desde el 22 de enero de 1944, cuando ella lo conoció en Buenos Aires como el “Coronel de los trabajadores” y hasta la fecha de su muerte, el 26 de julio de 1952, fue absoluta su dedicación a la planificación y ejecución de acciones complementarias a la presidencia de la República, a partir de una posición de privilegio.
Desde su puesto como primera dama de la nación argentina durante 6 años, de presidenta del Partido Peronista Femenino por espacio de 3, así como de conductora de la Fundación Eva Perón, pero sobre todo por su sugestiva identidad como Evita -que así la llamaba el pueblo con entrañable afecto-, la figura más admirada y querida de Argentina por los sectores que hasta entonces habían venido siendo postergados por los entes de gobierno, utilizó tan inmenso poder para convertir el desamparo de obreros, mujeres, ancianos y niños de los estratos inferiores en realidades maravillosas nunca antes vividas por ellos.
Llegó septiembre de 1946 y la aristocrática Sociedad de Beneficencia fue intervenida por el Estado, que de inmediato comenzó su reorganización, entregándole a Eva Perón la dirección de la institución, con la consigna de modernizar la asistencia y ayuda social desde la fundación que llevaba su nombre. Empezó entonces una tarea gigantesca que hasta poco antes de su muerte ella desarrolló de manera apasionante. Fue una acción que jamás antes se había conocido y que abarcó a casi todos los niños de Argentina, ancianos, madres solteras y mujeres sustento de su familia.
Dentro de una frenética labor de ayuda social, Evita emprendió la construcción de un sinnúmero de hospitales, asilos, escuelas, colonias de vacaciones, otorgamiento de becas para estudiantes, ayudas para viviendas y promoción de la mujer en las más diversas facetas, la realización de eventos culturales y deportivos en los que participaban anualmente miles de niños y jóvenes, así como el Complejo Habitacional Ciudad Evita, en el gran Buenos Aires, y la República de los Niños, en la provincia de Buenos Aires, sin descuidar asuntos de tanta importancia como la participación de la mujer en calidad de votante y candidata, por primera vez en los procesos electorales (11 de noviembre de 1951) y la vigencia de los 10 Derechos de la Ancianidad, que fueron incorporados a la Constitución argentina de 1949.
Un esfuerzo tan grande y permanente castigó su salud de manera en extremo grave. Víctima de un cáncer galopante, Evita murió hace 60 años, el 26 de julio de 1952, concitando con ello una de las más grandes manifestaciones de dolor de impresionantes multitudes que durante 14 días desfilaron sin cesar frente a su cadáver embalsamado. Se sabe que posteriormente más de 2 millones de argentinos integraron el cortejo de su entierro.
Seis décadas después, Evita ha pasado a convertirse en un ser inmortal, no solo para su nación, sino también para el resto del mundo, que la recuerda como una de las figuras más destacadas en la historia de la humanidad, comparándola algunos con otro argentino de talla extraordinaria en la conciencia de las masas, como el “Che” Guevara. Los mayores honores recibió Eva Perón, tanto en vida como después de su muerte. Ha sido inspiración para múltiples expresiones artísticas en pintura, escultura, poesía, cuentos, novelas, películas, obras de teatro, de ópera y musicales de rock, y aun uno de los billetes argentinos de reciente emisión lleva su figura. Más allá de la muerte, en el plano de la inmortalidad, su nombre continúa creciendo en la mente y en el corazón del mundo, en reconocimiento a una existencia dedicada a rescatar a los humildes de su patria de la marginación y la miseria.