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El Telégrafo

Evaristo Corral y Chancleta

26 de diciembre de 2013

“Estampas Quiteñas”, muchas de ellas escritas por Pedro Jorge Vera,  fueron las representaciones del genial actor ambateño Ernesto Albán Mosquera, quien personificaba a  Don Evaristo. Evaristo Corral fue creado en 1910 por el periodista  Alfonso García y luego el  folclorista guayaquileño Rodrigo Chávez Gonzales (Rodrigo de Triana) le puso el segundo apellido para quedar definitivamente como Evaristo Corral y Chancleta.

La alegría con la que el  ‘Omoto’ Albán trataba los problemas  económicos, la injusticia social, la juventud sin futuro, hacía que la gente los olvidara momentáneamente.  Sus célebres estampas: “Evaristo y la crisis… los que sabemos, felices” o “Evaristo marihuanero y el Ecuador petrolero” reflejan una época de conflictos sociales, dictaduras militares, dominio extranjero  y la realidad de un país rico con un pueblo pobre. En su libro “Rebelión contra el olvido”, Manuel de J. Real dice: “Porque no hay nada más contagioso que la risa. La suya era sana, optimista, nueva en cada presentación. Era fácil y llegaba a todos. Con su sola entrada, Evaristo originaba el goce jocundo. El pueblo, muy especialmente el de la Sierra, y más aún el quiteño, se sentía identificado con su alma”.

Se podría decir que Don Evaristo encarnó al ‘chulla quiteño’. Elegante y con su infaltable sombrero arriscado, terno y chaleco; de clase media baja; con buen humor y fácil palabra; pensador y crítico. Muchos quiteños como yo, nos identificamos con esta figura, pero en el sentido que le da Fernando Jurado en su libro “El chulla quiteño”, en el cual, ‘chulla’ significa único, no solamente en su forma unitaria, sino más bien por ser especial e irrepetible. Don Evaristo, como buen quiteño, es una combinación de sátira y picardía, dándole el toque pintoresco de la ‘sal quiteña’. Es el hombre con 7 oficios y 14 necesidades.

Pero ahora Don Evaristo, en su forma caricaturizada, aparece en campañas educativas de Quito. Y el ‘chulla quiteño’ es una especie en extinción en una ciudad llena de chagras migrantes provenientes de otras regiones del país, aceptando que las 2 terceras partes de  los 2,2 millones de habitantes de la ciudad capital nacieron fuera de la provincia de Pichincha.

Para el sociólogo lojano Manuel Espinoza Apolo, la descripción del ‘ chulla quiteño’ y consecuentemente de Don Evaristo, van más allá del humor. Sus atributos de bohemio hacen que esta figura “reivindique la libertad de desplazamiento, la alegría de vivir, el disfrute de la vida”. Es así como la sociedad aprende a valorar el concepto de la juventud.

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