Se apagaron las luces de Navidad: ¿nos aportaron claridad para recorrer con discernimiento el año nuevo? Algo ha de haberse logrado si no nos hemos dejado cegar por las propagandas, las mentiras y las falsas ilusiones.
El acontecimiento de los magos es otra luz: unos sabios -traduzcamos: unos shamanes- “venidos de Oriente” se dejaron guiar por una estrella para llegar hacia un personaje importante que habría nacido en Palestina. ¿Palestina? una provincia romana desconocida a las fronteras del imperio. ¿Un personaje importante? Un niño recién nacido llorando en un pesebre perdido del campo de Belén. Y el rey Herodes en Jerusalén que no sabe nada del asunto…
¡Cuántas sorpresas se han llevado los magos en sus cofres vacíos de oro, mirra e incienso!
Hoy 2 luces -2 estrellas- que nos pueden señalar el camino. La primera es una persona: monseñor Leonidas Proaño; y la segunda es un pueblo: el pueblo de Cuba.
Monseñor Proaño fue aquel que despertó en los indígenas su dignidad pisoteada, su valor ridiculizado, su sabiduría escondida. Hoy, más de 22 años después de su muerte, su voz sigue despertando y convocando gentes pobres y pueblos olvidados para iluminar la noche neoliberal que envolvía a América Latina. Bajo el estandarte de monseñor Proaño los indígenas proclaman a los cuatro horizontes que hay otra manera de vivir en sociedad que respete a las personas, a los pueblos y a la naturaleza. ¿Sabremos escuchar esta voz, sabremos dejarnos iluminar por esta luz?
El pueblo de Cuba es otro faro para América Latina y el mundo. Un reciente informe del Centro de Estudios de Población de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) asegura que “Cuba es la nación con más alto desarrollo humano de Latinoamérica, llegando a afirmar que cuenta con un desarrollo equivalente a cuarto de siglo de avance en relación a los demás países de América Latina y el Caribe. Eso debido a sus bajos niveles de mortalidad, la elevada esperanza de vida, su acceso a la salud y educación, su salud sexual y reproductiva, y los indicadores de envejecimiento de su población, todos con valores similares, e incluso superiores, a los de naciones industrializadas”. ¿Sabremos reconocer estos logros?
Lo anunciaba por el profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en la noche divisó una luz grande, habitaba el oscuro país de la muerte. Pero fue iluminado”. La estrella de Belén nos sigue guiando mediante estrellas menores, pero suficientemente brillantes para iluminarnos hoy, individual y colectivamente.