Las desmesuras de la doctrina Monroe y su apetito imperial dejaron su impronta de rapiña en tierras de América Latina. En las centurias subsiguientes el ‘destino manifiesto’ cubrió dos hemisferios. El planeta en los inicios del tercer milenio, -acorde con conceptos coloniales del mando de USA-, se dividió en naciones y sociedades buenas o malas, y desde luego, las primeras las encabezaban países desarrollados y opulentos de confesiones neoliberales, frente al “resto del mundo”, –nota de la migración británica, para ubicar viajeros de Estados pobres que ingresan al reino y adoptada por la globalización-.
El adjetivo corresponde al orbe emergente y entre ellos Cuba, proscrita en los años sesenta de sus pares del mundo por estulticia de gobernantes que los asolaban, aunque al cabo de pocos lustros, la razón restaurada, gracias a los pueblos, la patria de Martí, goza del respeto apoyo de todos. De allí que acciones nocivas en su contra en medio siglo fallaran siempre. Y ahora en acto de realismo político, USA modifica de forma radical sus actitudes políticas frente a la isla cubana, y restablece nexos diplomáticos, rotos desde 1961, al proclamarse el socialismo.
La apertura de las embajadas de Cuba y EE.UU., en sus pertinentes capitales, es decididamente un hito en el campo de las relaciones entre países con graves diferencias y por tanto un triunfo de los deseos de paz y prosperidad entre repúblicas. Empero, subsisten inquietudes y dudas en ciertos sectores de opinión mundial por el porvenir del proceso revolucionario, prevenciones sobre el futuro a todas luces, tolerables pero infundadas, ya que omiten el juicio social del pueblo cubano. Y es que en la revolución tuvo un conglomerado y un liderazgo valiente y solidario sustentado en generaciones con heroico historial. Los cambios profundos de estructuras sociales caducas inicuas la convirtieron en un ejemplo único. Apertrechó ideológicamente buena parte de la Humanidad. Este proceso liberador no puede ser vencido y sobrevive más de media centuria al bloqueo económico y comercial del sistema más poderoso en la historia universal e inclusive a la caída de sus aliados: la Unión Soviética, el bloque socialista europeo. Y hoy sostiene sus principios sin temor.
A quienes modestamente durante años hemos seguido el curso de los acontecimientos cubanos-norteamericanos y sus vínculos antes y después de la revolución socialista, frente a estos hechos fundamentales en el devenir mundial, nos asalta, eso sí, la inquietud racionalista y cartesiana. ¿Por qué el viraje de 180 grados del gobierno estadounidense en referencia a la isla antillana? ¿Y a qué circunstancias e intereses de política interna o externa de los Estados Unidos obedecen estas nuevas consideraciones en su interactuar respecto a Cuba, adjetivada en el pasado reciente junto a Norcorea, Irán, como parte de la vil y absurda falacia de Bush de ser miembros del ‘eje del mal’.
¿Entonces, la política extranjera que exhibe el país del norte es realmente sincera? ¿Constituye cambios en su estrategia exterior, intentando estatuir notables constante de respeto a las normas del derecho internacional, a la autodeterminación y libre determinación? O es simplemente una táctica que si bien no puede reconocerse en la fábula ‘del asno y la zanahoria’, ‘del tiburón y las sardinas’ implica expectativas de dominio y añoranza de regresar al pasado capitalista opresor. El Che, en memorable diálogo sentenció: “Al imperialismo no se le puede confiar ni un tantito así”. (O)