Estados Unidos ejerce espionaje ilegal en todo el mundo; sobre sus propios ciudadanos y sobre los que no lo somos, en su territorio y en el de los demás países. Lo hace violando elementales derechos a la privacidad y la libertad, así como burlando la soberanía de las demás naciones, mostrando completo desapego por la legalidad interna de cada una de ellas.
Insólitamente, el presidente Obama ha defendido este espionaje (cuando ya ha sido imposible de ocultar). Saltó a la prensa ahora, por vía de un exempleado de la CIA, que se interceptan y graban conversaciones telefónicas en todas partes del mundo por acuerdos secretos con las empresas. Lo que se dice, una “defensa de la democracia”.
Se trata del país que se pretende paladín de las instituciones a nivel mundial, cuyos gobernantes acusan a otros países de no ser suficientemente democráticos; y son ellos quienes buscan dar lecciones a Venezuela, por Ej., acerca de lo que es un gobierno sano y legal, mientras están operando contra las más elementales garantías individuales y violando sistemáticamente las leyes de los demás países del mundo, por vía de entrometerse en sus comunicaciones (que incluyen, por supuesto, las de sus gobiernos, sus políticos, sus sindicalistas, sus intelectuales y líderes sociales).
Esta vergonzosa violación masiva y planetaria de derechos afecta también a las redes sociales, cuyos mensajes también son vigilados; digan lo que digan los dueños de Facebook o de otras de estas redes, es difícil que -aun si quisieran- puedan evitar la intromisión secreta de los mecanismos del espionaje electrónico estatal en los mensajes que allí circulan. De tal modo, se vigilan tanto los teléfonos como las redes, en una monumental operación ilegal y clandestina que pone en jaque los más elementales derechos de ciudadanos de los más variados países del mundo.
¿Podrá hacerse algo contra esta política de destrucción serial de derechos? Ojalá pueda alzarse la voz valiente desde algunos de nuestros países que sirva para hacer alerta en todo el mundo, a la vez que de exigencia a la potencia del norte de respetar al resto de los países del globo, tanto como a sus ciudadanos respectivos.