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El Telégrafo

Esperanza de paz en Colombia

30 de agosto de 2012

Ha bastado el anuncio oficial de que se van a iniciar conversaciones de paz en Colombia para que la esperanza empiece a reverdecer. Parece que después de tanta muerte, de tanta sangre, de tanta violencia e injusticia, los actores del conflicto han entendido que no puede haber victoria militar y que la única salida es la negociación política.

No es hora de elaborar el memorial de agravios de ese conflicto. De lado y lado han existido atrocidades, cuya víctima mayor ha sido el pueblo colombiano, en especial sus hijos más humildes y desvalidos, a los que el torbellino de la guerra arrastró para uno u otro bando o, lo que es peor, los aplastó con su fuerza brutal.

Ahora parece asomar en el horizonte el resplandor de un amanecer de paz. Ojalá esa luz asome en plenitud y alumbre todos los rincones de la querida Colombia, a la que los ecuatorianos estamos unidos por antiguos y profundos lazos de hermandad, y muchos de nosotros también por lazos de sangre y afecto familiar.

Hace unos días, el Director y algunos miembros de la Academia Nacional de Historia viajamos a Colombia, para efectuar una peregrinación cívica a varios lugares sagrados de nuestra memoria colectiva. Tras llegar a Bogotá y ser recibidos por colegas colombianos, encabezados por nuestro ilustre amigo Antonio Cacua Prada, visitamos el Puente de Boyacá, escenario de la batalla del mismo nombre, donde las tropas de Bolívar y Santander consagraron la libertad de la Nueva Granada.

Luego fuimos a Venta Quemada, escenario del último combate de nuestro héroe Carlos Montúfar, quien, convertido en lugarteniente de Bolívar, intentaba llegar al actual Ecuador para liberarlo del poder colonial. Por desgracia, Montúfar fue vencido y capturado en ese lugar, tras lo cual fue fusilado en Buga por los españoles.

Más tarde estuvimos en el Pantano de Vargas, donde un espectacular monumento de Rodrigo Arenas Betancur a “Los Lanceros de Rondón” eterniza el recuerdo del combate donde los llaneros semidesnudos de Bolívar, recién llegados desde los calientes llanos orientales a las gélidas tierras andinas, vencieron al espléndido ejército realista y prepararon el triunfo de Boyacá.

Al día siguiente, participamos en la presentación del libro de Antonio Cacua “Manuelita Sáenz, Generala de América”, la más penetrante y completa biografía de nuestra heroína, acto efectuado en la misma casa que ella ocupó en el centro de Bogotá. Esa casa pertenece hoy a la Universidad de América, que preside el ilustre maestro Jaime Posada, director de la Academia Colombiana de la Lengua.

Por fin, viajamos a Antioquia y visitamos Rionegro, tierra natal de dos personajes fundamentales de nuestra independencia: Juan de Dios Morales, el inspirador y mártir de la Revolución Quiteña de 1809, y José María Córdoba, el héroe de Pichincha y Ayacucho, cuyo nombre lleva el aeropuerto de Medellín.

Esa gira solo fue posible gracias a la generosa atención de nuestros colegas colombianos de la Academia Patriótica Antonio Nariño, la Academia Boyacense de Historia, la Academia Santanderista de Colombia y la Academia de Historia Policial, cuyos directivos son antiguos amigos del Ecuador.

En nombre de esa rica historia común, de los vínculos fraternos que nos unen y las esperanzas que compartimos, saludamos y alentamos con entusiasmo ese esfuerzo que se ha iniciado por la paz y reconciliación de los colombianos.

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