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El Telégrafo

“España en el corazón”

20 de julio de 2012

La guerra civil española, con la secuela pavorosa del  exterminio de una generación, el llanto de las mujeres y de sus hijos aterrados -de aquellos tiempos-, por la violencia de las bombas y de los crímenes sin nombre cometidos en esa conflagración, la pena infinita de las madres por sus muertos, son testimonios históricos que jamás deben olvidarse, aunque la canalla fascista haya cambiado de ropaje.

Pablo Neruda, el Nobel chileno, escribió un libro de poemas, conocido y traducido a casi todos los idiomas del planeta, sobre el inmenso dolor de esa contienda entre hermanos, cuyo título precisamente es el que, con el mayor de mis respetos, encabeza el presente artículo, destinado a intentar descifrar el drama actual de la población ibérica que se encuentra en la encrucijada de los horrores del pasado del enfrentamiento armado fratricida y el presente impúdico, que aniquiló el “estado de bienestar” y con ello ha generado nuevos sufrimientos a la población peninsular,  solventados en forma asaz atrabiliaria por los herederos del franquismo, y generando desasosiego y violencia social.

Pocas veces, en las últimas décadas, un gobierno surgido después de vencer con largueza en unas elecciones parlamentarias ha incumplido en forma alevosa sus promesas de ayudar a los necesitados e indefensos y, por el contrario, aplica políticas neoliberales con práctica plena, para enfrentar un problema económico muy grave, sin poder mantener el necesario  equilibrio entre la presión del  mundo bancario y financiero y el irrenunciable derecho del pueblo al trabajo y a la dignidad.

La España actual se debate en una dura realidad, la de ser el país con el mayor registro de pobreza de la Unión Europea y el temor espeso e inevitable al futuro, por ello es obligatorio escudriñar los avatares del ayer y proyectar las raíces perennes de la armonía y proporción democrática que Franco destruyó y que ahora Rajoy supedita a los designios de Europa y al cepo del Fondo Monetario.

La calidad de la vida ciudadana, en continuado deterioro por la tremenda crisis que la agobia, tiene guarismo con connotaciones de tragedia griega: las estructurales, terribles en referencia a la legislación laboral, y las privatizaciones, por ejemplo, de todos los servicios  de transportes; no impedirán la certeza casi absoluta de que la recesión continuará en términos cada día mayores, solventando el panorama deprivador de lo humano del conglomerado social, pero delictivamente  privilegiando el salvataje de los bancos.

La experiencia atormentada de la poesía de Neruda forjó una materialidad sentida para  varias generaciones  de muchas naciones, revelando la cima insuperable de la solidaridad y las subyugantes y emocionantes vibraciones de la fe por un mundo mejor. El poemario que evoco nos dio muchas veces las fuerzas suficientes para continuar la lucha por la vida y por las ideas de liberación, y también hoy motiva a los obreros y estudiantes y a las capas medias para enfrentar el despojo y la agresión de la oligarquía hispana.

La sensibilidad del poeta posibilitó mostrar la entraña remota del drama insularista  de hace más de 75 años. Los versos militantes y comprometidos con la causa republicana “Vean la sangre por las calles”, que tanta emoción provocaron y lo siguen haciendo, hoy podrían parafrasearse diciendo “Vean a las multitudes en las calles”, como justiciero sonsonete en esta la hora más complicada e incomprensible de la historia española reciente.

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