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El Telégrafo

Escuela de formación ciudadana: deformación ciudadana (2)

18 de mayo de 2013

En su conjunto, el pueblo ecuatoriano y lo que ahora se  incluye como los ciudadanos han sufrido un proceso muy largo de deformación cultural y política que en realidad es una prolongación desde la época colonial.  En un principio fue tan solo una élite aristocrática y comercial  la que asumió la representatividad política del Ecuador.  El escaso desarrollo cultural y educativo, principalmente en el siglo XIX y en gran parte del siglo XX, ha sido el principal obstáculo para el desarrollo de la conciencia nacional y revolucionaria.

Ha conspirado negativamente nuestra irregular, diversa geografía y escaso desarrollo de los medios de comunicación.  Recientemente ha empezado a tener gran importancia la lucha contra el aislamiento, el localismo, el provincialismo estrecho y el regionalismo. 

Hemos vivido  aislados, separados, divididos, ha predominado el espíritu colonial, feudal, europocéntrico y el despotismo de las élites económicas que llevaron al fortalecimiento del machismo, la servidumbre, el seguimiento sumiso al líder de parte de los sectores sociales y económicos menos favorecidos. 

Ese ambiente ha propiciado el caudillismo, el clientelismo y el oportunismo por quienes han ejercido el liderazgo en los diversos movimientos y partidos políticos, empezando con la lucha liberal-conservadora en el siglo XIX y posteriormente con el socialismo, el comunismo, el velasquismo y la diversidad de movimientos y partidos políticos con visiones dogmáticas y sectarias que, como dueños de la verdad,  dividieron al pueblo ecuatoriano.

La participación política ha oscilado entre un pensamiento de dominación de  influencia europea y norteamericana. En los últimos 30 años ha emergido una  corriente nacional de raíz indígena y popular.

El fracaso de las medidas neoliberales impuestas por los países dominantes y la quiebra del sistema bancario ecuatoriano han desarrollado la conciencia antioligárquica y antiimperialista en el pueblo ecuatoriano. Pero en términos generales prevalece un pensamiento fragmentario que no ha integrado los saberes y aportes de las diferentes raíces y vertientes del pensamiento
político para ponerlos al servicio del Ecuador. 

Tenemos una cultura política superficial, de barniz, como decía Agustín Cueva: “Somos un océano de conocimientos con un milímetro de profundidad”.  Se requiere, a partir de nuestras raíces indígenas y lo mejor de nuestro proceso histórico, construir -citando a José Martí- “una síntesis viviente de los valores trascendentales de la humanidad”.

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