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El Telégrafo

¿Es posible el buen vivir con la derecha?

10 de junio de 2013

No, de ninguna manera. Si consideramos  a la derecha como esa visión del mundo donde el mercado es el eje articulador de la vida social, la respuesta es negativa.

Sin embargo, no solo las derechas centran sus expectativas en las bondades sociales en el mercado; también podemos encontrar esa aspiración social al éxito, incluso en sectores que se autodenominan como progresistas de centro-izquierda, que ven el progreso, paradójicamente, como la exigencia de que nada cambie. Una visión de que todo estará mejor, justamente, si todo se deja como está.

Esas visiones de un mercado transformador o de un esencialismo paralizante, no concuerdan con las exigencias de las mayorías por liquidar la miseria y la pobreza. Entonces, la denominación de derechas deberá ser ajustada a los tiempos de cambios y transformaciones que la región y el Ecuador están viviendo.

Esos encuentros entre visiones, aparentemente, opuestas, son posibles cuando detrás de ellas hay concepciones paradigmáticas sostenidas en una visión idealista de la realidad y la historia. En un punto de las contradicciones de esos sectores hacen que, en un radicalismo ideológico más que político, se encuentren como una oposición que habla a nombre de todos pero ese todos, no los ha legitimado como tal. En ambos casos, hay una visión semejante del mercado, puede ser como mercado nacional, regional o local; al cual se puede invocar como tradición o modernidad.

Lugares comunes de la oposición es hablar de restringir la fuerza del Estado, restringir el campo de lo público, etc., lo que lleva a argumentos como el de la “acumulación de capital”, para unos como la opción de seguir haciendo del capital una sociedad de capitalistas y para otros como la opción de acumulación particular, personal de bienes y servicios; paradoja, cuando se reclama no a la propiedad privada, pero en el ámbito de lo privado, saborean el éxito de ampliar, más allá de lo necesario, las posesiones personales, entonces hablar de acumulación de capital termina siendo una ficción ideológica ya que le quita el carácter histórico al trabajo social.

Llegamos a un punto donde es necesario reubicar a los actores políticos en sus tendencias. Y esto pasará por desmitificar lo comunitario, la pobreza y lo social, ya que la posición política es exactamente eso, una posición, un “estar”, un lugar que se ocupa o desocupa y no como se cree que la posición política radica en el ser. Y la demostración es que esas derechas no solo las habitan sus credos económicos, políticos o religiosos, sino que algunas izquierdas se ven empantanadas y silentes cuando se trata de los mismos credos en disputa.

¡Y vaya que se encuentran más de una vez! El buen vivir es una posición en un campo de fuerzas en conflicto, donde el mercado es un medio y no un fin; aunque difícil de controlar por las propias fuerzas que despliega, no es imposible su modelación para fines de la vida, no reducida a lo humano, solamente. La derecha como concepción puede ser liberada cuando el sentido de lo común, lo popular, la atraviese, así también a algunas izquierdas perdidas en el horizonte de su propia acumulación de capital.

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