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El Telégrafo

¿Es el libre mercado realmente libre?

22 de agosto de 2013

Solamente la Gran Depresión ha superado el choque económico de 2008 que no se transformó en una debacle de la economía global, por los estímulos fiscales y monetarios a una escala que no tiene precedentes. A pesar de que algunos expertos consideran que ya la recesión ha sido superada y que estamos en una recuperación sostenida, la ausencia de reformas económicas y precisamente las todavía muy suaves políticas monetarias y fiscales nos conducen a nuevas burbujas financieras, que en el caso de estallar  provocarían otra recesión (se conoce como “double dip”).

En Ecuador casi no hemos sentido el efecto de este fenómeno, sin embargo muchos gobiernos tienen enormes déficits fiscales creados por esta crisis, que los forzará a reducir la inversión pública y el gasto en beneficios sociales, afectando: el crecimiento económico, la pobreza y la estabilidad social de sus comunidades. Aquellos que perdieron sus trabajos y sus casas en este período posiblemente nunca regresen a ser población económicamente activa (PEA).

El origen de esta catástrofe puede estar en la ideología de libre mercado que ha dominado el mundo desde 1980, la cual nos predica que si los mercados se dejan libres y solos producirán los resultados más eficientes y justos. Eficientes, pues los individuos sabemos cómo utilizar los recursos que comandamos; y justos, ya que el proceso de mercado competitivo asegura que los individuos recibamos nuestra retribución de acuerdo a nuestra productividad. Se nos dijo, además, que la intervención del Gobierno está a menudo diseñada para limitar la concepción misma de la creación de riqueza por razones de equidad e igualdad. De hecho se nos pidió depositar toda nuestra confianza en el mercado y mantenernos alejados, sin estorbar. El resultado real de las políticas de libre mercado ha sido un crecimiento económico muy lento (comparen el crecimiento de Estados Unidos de Norteamérica y de Europa Occidental con el de Latinoamérica), una desigualdad creciente y se ha puesto en relieve la inestabilidad social.

Criticar la ideología de libre mercado no significa criticar el capitalismo, que sigue siendo el mejor sistema económico que la humanidad haya inventado. Es su fanática versión de capitalismo de libre mercado o neoliberalismo económico, como también se lo conoce, que ha dominado el mundo por más de tres décadas, la que tiene que ser cuestionada.

El mercado libre no existe. Todos los mercados tienen reglas y límites que restringen la libertad de elección. Un mercado luce libre solamente porque aceptamos incondicionalmente sus restricciones “escondidas” porque queremos no verlas. Cuán “libre” es un mercado no puede ser definido objetivamente. Es una definición política. En el pasado, el libre comercio de esclavos y el trabajo infantil eran derechos que fueron abolidos  por razones políticas. Y no hay que irse dos siglos atrás para encontrar regulaciones que restringen el “libre mercado”.

Miremos simplemente las regulaciones sanitarias que limitan la venta libre de medicinas y alimentos; las normas ambientales para vehículos; el control gubernamental sobre los precios, las tasas de interés, los salarios y los aranceles e impuestos aduaneros que han dado lugar a los tratados de “libre” comercio y otros acuerdos y beneficios del negocio internacional. Ahora la gente acepta estas regulaciones en forma “natural”. Consecuentemente, no existe una forma objetiva para determinar cuán libre es un mercado. Si únicamente nos fijamos en que los salarios y las tasas de interés son determinados políticamente, el resto de los precios también lo será, pues son afectados directamente por ellos. El libre mercado es una ilusión. ¿Cuán válida es entonces la afirmación  de Milton Friedman para que la gente tenga “libertad de elección” (Free to Choose), que es el título de su famoso libro?

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