Presidente Putin, cuando usted finaliza su artículo al New York Times, escribiendo: “Todos somos diferentes, pero cuando pedimos las bendiciones del Señor, no debemos olvidar que Dios nos creó iguales”, le ha clavado un ojo de pollo en el talón de Aquiles de la prepotencia imperial, que les hace creer superiores a todos y predestinados a la hegemonía.
Por eso cuando les recomienda “...dejar de utilizar el lenguaje de la fuerza y volver a la senda de la diplomacia civilizada y del acuerdo político”, tanto demócratas como republicanos despotrican contra usted y no le entienden por estar acostumbrados a que les obedezcan sin chistar, como lo hacen los países súbditos de casi toda Europa y como también lo hacía Rusia antes de su llegada al poder.
No en vano, el presidente Obama sostiene que la política de EE.UU. “es lo que hace diferente a Estados Unidos. Es lo que nos hace excepcionales”, porque eso es lo que él cree de su país y por eso el menosprecio con que mira al resto del mundo, incluida Rusia.
Cuando usted escribe: “El posible ataque de Estados Unidos contra Siria, pese a la fuerte oposición de muchos países y de los principales líderes políticos y religiosos, incluido el Papa, dará lugar a más víctimas inocentes y a una escalada, extendiendo el conflicto más allá de las fronteras de Siria”, demuestra ser un estadista de alto nivel. Pero nadie sabe lo que el imperio busca, a lo mejor eso mismo es lo que quiere, que árabes, persas, afganos, libios, paquistaníes, curdos, sean chiítas, sunitas o cristianos coptos, y añadan todos los etcéteras que gusten, se destripen mutuamente ante la sonrisa complaciente de Israel y sus amos de EE.UU. o viceversa, porque en este caso nadie sabe quién es el amo de quién.
Incluso, algunos comentaristas, al juzgar los errores aparentemente cometidos en las guerras que han traído el actual caos al Oriente Medio, exclaman: ¡Ah, gringos brutos! Pobres ingenuos, no caen en cuenta de que la política de EE.UU. puede ser equívoca una o dos veces, pero no todo el tiempo; luego, lo pasado está bien planificado y organizado. Eso buscaban y eso obtuvieron: la lucha a muerte entre las distintas corrientes que dizque los combaten. No hay que olvidar que existe un plan trazado años atrás por el Pentágono y denunciado por el general Clark, exjefe de la OTAN, para destruir siete países musulmanes, uno de ellos Siria, y reconfigurar así el mapa del Medio Oriente.
Ahora que se frustró el pretexto de las armas químicas, espera encontrar uno nuevo y el momento apropiado para atacar a Siria.