Cada vez con mayor frecuencia nos enteramos sobre hechos de gran crueldad que nos estremecen, perpetrados por seres dominados por bajas pasiones, como la ira, los celos, la envidia, la avaricia, el odio, etc., o bajo los efectos de alguna droga; aunque estos actos se han llevado a cabo desde siempre, pese a los sorprendentes avances de la civilización, hoy se siguen cometiendo con gran brutalidad como cuando el hombre vivía en las cavernas.
Es que la crueldad es una expresión suprema de la maldad que no está sujeta a educación ni a grado de inteligencia, sino al desbordamiento de pasiones y a la pérdida de valores fundamentales, como la obediencia a Dios y el respeto a la vida, por ello, aunque los nuevos “Caínes” no usen una quijada de asno para matar a sus hermanos, la atrocidad no es menor.
Por ejemplo, el asesinato por encargo (sicariato) no es nuevo en el mundo, pero es alarmante su auge en el Ecuador a partir de los últimos años; otros crímenes atroces, como secuestros, violaciones y asesinatos violentos que incluyen desmembramientos, también van en aumento. El establecimiento de normas jurídicas que contengan sanciones más severas es solo un paliativo que no alcanza a persuadir lo suficiente a los actores de crímenes como los mencionados.
Como una epidemia, el número de psicópatas crueles se incrementa; su comportamiento demuestra imposibilidad de sentir amor y piedad por el prójimo, y su mente desequilibrada es como una víbora venenosa sin conciencia del valor de los demás. El psiquiatra Simon Baron-Cohen opina que los psicópatas, narcisistas y aquellos con trastornos límite de su personalidad deberían ser considerados enfermos o discapacitados; la Biblia, por su parte, nos cuenta que Jesucristo visitó la tierra de los “gadarenos”, donde había un hombre violento y peligroso con tal grado de perturbación que ni siquiera podían atarle con cadenas, al cual el Señor sanó echando de él una legión de demonios.
Las malas experiencias en la infancia y adolescencia pueden ser parte de estos males, así como las enfermedades mentales o el uso de alucinógenos; pero comprender la crueldad humana no es un ejercicio fácil, porque implica adentrarse en lo más profundo de la mente para llegar a la esencia del individuo. Podría decirse que el comportamiento cruel es un rompimiento o desconexión entre el alma perturbada del criminal respecto de las demás almas, lo cual le impide identificarse con los otros y establecer una comunicación espiritual.