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El Telégrafo

Entuertos legislativos

25 de julio de 2012

Nuestros legisladores adeudan una labor encomiable a favor del país. En términos generales, con pocas excepciones, los actuales asambleístas son el resultado fantasmagórico del antiguo Congreso Nacional. En los pasillos parlamentarios se fraguan componendas y pactos de trastienda, diatribas inconfesables y ambiciones particulares.

Los actores de este espacio estatal pugnan de manera visible por captar las instancias mediáticas y, con eso, ampliar su ego protagónico en los linderos de la “farándula” política. En suma, la similar práctica politiquera de años pasados.

Con el proceso de transformación de la estructura institucional de la mano del presidente Rafael Correa Delgado, se tuvo la impresión de que la Asamblea Nacional también iba a reproducir una tarea proactiva y fecunda en la aprobación de leyes y en la vigilancia de la cosa pública a través del visor fiscalizador, contando para el efecto con la renovación de cuadros políticos, de alguna manera, de remozadas generaciones. Sin embargo, tal situación ha sido tan solo un mero espejismo.

Es por demás vergonzante escuchar declaraciones de escaso contenido analítico por parte de asambleístas, sea cual fuere su matriz partidaria. Al respecto es indignante dar cuenta de las alianzas alcanzadas entre ultraizquierdistas y sectores recalcitrantes de la derecha. En tanto, el populismo campea reinante en las curules, como resultado del tercermundismo político ecuatoriano.

Hace falta elevar el debate técnico-político, que provenga de la madurez de cada bloque legislativo. Pero, además, es menester plantear una agenda que priorice los grandes temas de interés nacional. Es inadmisible observar la dilatoria en la disquisición de cuerpos legales emergentes y que son el efecto mandatorio de la ciudadanía a través de disposiciones constitucionales, por posturas mezquinas y carencia de acuerdos constructivos.

A ello cabe añadir la ausencia de una actitud ética de ciertos asambleístas, quienes cotizan su voto al mejor postor. Es notoria la cínica actuación de los politicastros anónimos, quienes por efecto de las coyunturas electorales captaron candidaturas y, luego, el favor popular, a partir del arrastre partidario y las estrategias propagandísticas, antes que por una trayectoria militante, formación profesional y reconocimiento individual en la esfera pública.

Ya en el hemiciclo legislativo -ámbito del reparto de la troncha y de las canonjías- se despojan de las máscaras para configurar un laberíntico entramado de beneficios personales, familiares y grupales. Mientras tanto, el pueblo se desencanta, por enésima ocasión, de una Asamblea Legislativa lejana de precautelar el interés común y convertida -en palabras del legislador Paco Velasco- en una “orgi-piñata” política.

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