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El Telégrafo

Entre monumentos y espadas

16 de febrero de 2012

Es verdaderamente lamentable que el nivel de debate en el país haya caído tan bajo. En vez de estar debatiendo ideas, propuestas y programas que estén orientados a resolver problemas estructurales, estamos frente a una verdadera avalancha de posiciones extremas, insultos y descalificaciones que no contribuyen a la consolidación de la democracia ecuatoriana.

La política ecuatoriana dejó de ser, desde hace mucho tiempo, un medio para servir a un pueblo que históricamente ha estado olvidado y se ha transformado en una herramienta de búsqueda del poder por el poder.
Los ecuatorianos hemos caído en el error de crear una sociedad fragmentada, donde los actores políticos, quienes se supone nos representan, se han esforzado para polarizarla, y en esto los medios de comunicación, que debemos asumir un rol responsable para contribuir a la generación de la opinión con base en pensamiento crítico, nos hemos dejado llevar por el facilismo de la facturación que se deriva de los elevados ratings.

Hoy el debate no nos pide ni exige análisis, hoy el debate nos pide que creamos en unos o en otros, no se nos entrega posturas, ideas y propuestas, a cambio se nos pide que nos transformemos en meros adeptos a cualquiera de las posiciones que, a gritos, insultos y descalificaciones de lado y lado, nos hacen llegar a través de la televisión, emisoras radiales y prensa escrita.

Los niveles de crispación son tan altos, que los espacios de opinión pública se encuentran en una llamarada permanente por cualquier tema con o sin trascendencia.

Mientras se discute la ubicación y la dimensión del monumento del ex presidente León Febres-Cordero y la propiedad de la espada del gran general Eloy Alfaro, nos olvidamos de que en los sectores urbano-marginales y rurales hay niños, adolescentes, mujeres y ancianos que se encuentran en una franca lucha por sobrevivir y salir de la pobreza.

Estos actos de egoísmo y vanidad de la clase política, y la falta de reacción de un pueblo atormentado, reflejan que no hemos sido, ni siquiera, capaces de visibilizar en verdadera dimensión de conciencia a la pobreza y a la falta de acceso de oportunidades para el desarrollo de nuestros compatriotas.

No permitamos que nos arrinconen entre monumentos y espadas, pues lo que debemos comprender es que nuestra verdadera libertad e identidad no está ni en símbolos ni figuras, está en el vientre de cada una de nuestras madres de donde nacimos y quienes nos exigen con lágrimas en su alma que seamos verdaderamente libres.
“La libertad es como la vida,  solo la merecen aquellos que saben conquistarla todos los días”. Johann Wolfgang von Goethe.

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