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El Telégrafo

Entre el “ser y no ser” de la izquierda

27 de febrero de 2013

Ha bastado que Vicente Albornoz escribiera, el 10 de febrero en el diario El Comercio, semejante barbaridad para que Simón Pachano, Enrique Ayala Mora y Julio Echeverría, sucesivamente el 14, 15 y 17 de este mismo mes: cavaran, sepultaran y cubrieran la pregunta de Albornoz, ¿será de izquierda?, con argumentos más razonables que gritar a medio “mundo”: “la gente que asocia ‘izquierda’ con ‘libertad’ está definitivamente desubicada”.

Contra tal afirmación, “los justicieros”, respondieron: Simón Pachano, sin reparo, escribió que “no tiene sustento histórico”. “La relación entre izquierda, libertad y democracia… no puede ser reducida a una visión en blanco y negro”, y señala Pachano que esos “matices” que Albornoz utiliza para referirse a la socialdemocracia y al anarquismo “demuestran que no hay una “izquierda de verdad”. También le recuerda que “la historia de Europa occidental de la posguerra nos enseña que la izquierda ‘de verdad’ es democrática y firme defensora de la libertad”.

Finalmente, como un papá justificaría las equivocaciones de su hijo dice: “Sin proponérselo, Vicente… excluye la posibilidad de una izquierda defensora de la libertad y de la democracia”, y así Pachano le absuelve junto a esas “agrias” ideas.

Enrique Ayala Mora fue aún más rígido en su columna. Califica su “inocentada” teórica como “una visión falsa y ramplona de la izquierda” y señala algunas muestras de la ignorancia de Albornoz: “No dice o no sabe, que Lula… ha sido un militante de izquierda… y nunca se ha considerado un socialdemócrata”. En la misma línea ubica, Ayala Mora, a Tabaré Vásquez y Mujica y, “que si fuera el caso, le explicarían esto al articulista con maicitos y en menos de tres minutos”.

Pero esto no termina ahí, contra la afirmación que Albornoz hace entre izquierda y libertad, le dice que es una completa y grosera mentira y, al igual que Pachano, solo que en tiempo récord, le recuerda algunos momentos de la historia de la democracia.

Finalmente, desenmascara a Albornoz diciendo que “odia al Gobierno, que él cree que es de izquierda” y califica como “burda caricatura” tal asociación y que “la izquierda no es lo que a sus odiadores se les ocurra. Es una tendencia humanista, diversa y múltiple”.

Julio Echeverría, menos “sentimentalista” que Ayala Mora, califica como reductivista la posición de Albornoz y, además, considera a la izquierda contemporánea como “superior” de la izquierda ortodoxa, pero deficiente; ya que, según Echeverría, “su intervención no ha logrado aún concretarse en sistema político, en propuesta programática con capacidad de viabilidad histórica”.

Más allá del traspié teórico que ha tenido Albornoz, por las razones que se ha mencionado y que no preciso, por ahora, ahondar en ello, es pertinente recordarle también que si, a veces, resulta algo complicado “definir” a ciertos actores políticos de izquierda o de derecha, es aún más complejo con los del “centro”, pues son los más movedizos de la arena política, pero no se justifica tal asociación: (izquierda+libertad=desubicación).

Lo cierto es que la tesis de Albornoz resultó disparatada, por decir lo menos. Hay todo un debate académico detrás de la izquierda, la nueva izquierda y las izquierdas, que es necesario haberlo leído de forma rigurosa y evitar calificaciones apresuradas. Ahora que el debate sobre quién llega al poder ha cesado y Correa ha vapuleado a la oposición, es necesario mantener el diálogo abierto en torno a ciertos paradigmas como: política pública, el sentido, la transparencia de la información, la cuestión social como “fijación” para su transformación, la articulación del modelo de gobierno frente a los movimientos débiles que no desaparecerán, pese a la derrota, sino que pensarán en la forma.

* Santiago M. Zarria, PhD (c), University of Porto

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