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El Telégrafo

“Encontramos un camino o construimos uno”

09 de mayo de 2013

Son las palabras que se le atribuyen al militar y político cartaginense Aníbal Barca, quien utilizó muy inteligentes y audaces estrategias para derrotar a fuerzas mucho más grandes que las de sus enemigos romanos en el siglo II d.C. Lideró un ejército de jóvenes reclutas y  muy poco convencidos aliados en Italia, en las mismas narices de los poderosos romanos que no pudieron vencerlo.

Según Theodore R. Dodge, veterano de la Guerra Civil estadounidense y autor de “Grandes capitanes”, publicado en 1889, Aníbal ganó la fidelidad y el amor de sus hombres por sus propias cualidades. Si tomamos en cuenta lo heterogéneo de los soldados de su ejército, las inmensas dificultades que pasó, la desesperanza de alcanzar sus metas, la lucha contra una eventual derrota y aniquilación, las fatigas y privaciones;  aun así, nunca hubo un murmullo de queja en su campamento o deserción en sus filas. La habilidad de Aníbal para mantener su cuerpo en magnífica forma para el trabajo le permitía ejercer una maravillosa influencia sobre sus hombres, como nadie lo había hecho antes.

Dirigentes como Aníbal Barca inducen a creer que hay seres humanos que nacen para ser líderes y definitivamente tienden a ser los más ambiciosos. Están dotados de una tremenda fuerza de voluntad y dominio, acompañados por un espíritu pionero. Son los que frecuentemente dicen: “Donde hay voluntad, hay un camino”. Desde niños son  inquietos, rápidos y testarudos. Cuando dicen no, es difícil que cambien de idea. Esta gente sabe usar la fuerza y el poder, lo  cual les pone frecuentemente a prueba cuando lo usan indebidamente.

Es por eso que estos dirigentes son imprescindibles cuando se necesita mantener la focalización en la misión organizacional, con rapidez y disciplina. No tienen miedo a los retos y son osados persiguiendo su visión y precisamente por eso son continuamente aislados y muchas veces incomprendidos como emocionalmente indiferentes. Son francos y directos al expresar lo que está en su mente o al compartir sus emociones, lo cual puede herir a otras personas o a ellos mismos. Ellos le dirán que usted está gordo, feo, patucho o viejo sin ningún problema; por eso lanzan comentarios a los medios masivos de comunicación que luego se arrepienten.

Su sinceridad cortante y descortés es su virtud debido a su temeridad, lo cual se aplica en sus actos y en su comunicación. Debido a su  directo lenguaje, tienden a alienar a las personas, creando enemigos o siendo temidos por sus seguidores.

Estos líderes buscan la más  simple, corta y rápida estrategia, pues les desagradan las complicaciones y la lentitud. Precisamente por su fuerza de voluntad y amor a la velocidad, trabajan como flechas directas al punto y a la meta, lo cual les hace susceptibles a irreversibles equivocaciones. Así dice el refrán: “Mientras más rápido y fuerte  forzamos la marcha,  más profunda se hace la herida cuando pisamos la espina”.

Probablemente mis amables lectores ya tienen visualizado a alguien de nuestros mandatarios con estas características. Debo decirles que es pura coincidencia.

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