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El Telégrafo
Genaro Federico Tapia

Columnista invitado

En medio de la confrontación por el Yasuní

Columnista invitado
28 de mayo de 2014

¿Por qué a mucha gente no se le activó la conciencia social y política antes? ¿Por qué no al ver a los niños durmiendo en cajitas de cartón? Los síntomas de la desigualdad e injusticia social son muy antiguos y continúan.

He conversado con ecologistas a nivel personal. Me han llegado a decir más de una vez que “es que el ser humano me vale madre”. Eso sería una suerte de fascismo verde. Yo les creo más bien a los que tienen conciencia social, a los animales políticos, a los que ven el cuidado del medio ambiente como esencia misma del progreso y desarrollo de todos los seres de la Tierra.

La naturaleza debería importar igual que el ser humano, igual. No se puede dejar de tomar en cuenta que la clase media de donde vienen muchas iniciativas ecologistas es la misma que consume los derivados del petróleo, la que consume el producto de la extracción minera. No acuso inconsecuencia, sería tonto; no digo que porque ya hayamos hecho daño se justifica hacer más. Sin embargo, desde esta posición tiene que ser más fácil abrazar el ecologismo sin complementación de otras cuestiones.

Para mí no resulta convincente que en este momento se despierte una supuesta conciencia ecológica, que en verdad es una herramienta de oposición política. Ecologistas politizados y no politizados se juntan bajo eslóganes en contra del Gobierno con evidente apasionamiento. Algunos me han dicho tras las cámaras que odian y aborrecen al Presidente. Tienen derecho a eso, pero ojalá pudieran odiar la injusticia social del mismo modo. El odio hacia una persona o un grupo de personas no puede ser el móvil de una iniciativa seria, ni ecologista ni opositora.

Siempre pensaba que el movimiento ecologista abogaba por un nuevo orden en que el respeto a la naturaleza y el fin del “especismo” contribuyan al bien común y a un nuevo orden entre los habitantes de este mundo. De hecho estoy seguro de que es así en la mayoría de casos. Miro el contexto ecuatoriano y veo que estas ideas no van de la mano con una preocupación por el resto de males en que vivimos. No lo digo por todos los casos, por supuesto que no, pero veo que la bandera verde ecologista puede servir o atacar tanto a la izquierda como a la derecha, según sea el caso.

Definitivamente no bendigo la explotación del Yasuní. Me gustaría escuchar otras alternativas que aporten a paliar la pobreza de este país. Yo nunca consideraría, por ejemplo, ‘liberar el mercado’ para que el ‘dinamismo económico’ compense este requerimiento. Así lo proponían organizaciones de derecha que en tiempos recientes respaldan el movimiento contra la explotación. La ausencia de control de mercado y el retiro de impuestos son medidas que suelen dar más poder a los patrones y clases privilegiadas y menos beneficios para las mayorías. La recaudación es necesaria para que el Estado pueda garantizar derechos.

Personalmente, no puedo sumarme al apoyo de la explotación, creo que los humanos ya hicimos demasiado daño y no hay excusa que podamos inventarnos para hacer más. De corazón espero que el CNE haya procedido con transparencia, pero nunca me sorprenderá la corrupción. Tampoco puedo sumarme a un movimiento ecologista que en verdad es una sopa política opositora y que aparentemente procede de manera deshonesta. Se ha publicado evidencia de las firmas falsas y repetidas.

Lo he dicho antes: en todo caso, la decisión la ha tomado el Presidente, y es él quien asume la responsabilidad. La historia nos dará el mejor juicio sobre este tema.

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