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El Telégrafo
Gustavo Pérez Ramírez

En la Cumbre de la OTAN

05 de octubre de 2014

Un suceso nada banal ocurrió en la fastuosa e intimidante cumbre de la OTAN, celebrada en Gales, en el lujoso complejo hotelero Celtic Manor de Newport, donde se trató la fase final de la intervención aliada en Afganistán, la crisis en Ucrania y la amenaza yihadista del Estado Islámico en Iraq.

El presidente Obama, acompañado por el primer ministro británico, David Cameron, hizo una escapada a las afueras de Newport para visitar la escuela primaria  Mount Pleasant de Rogertson. Previamente, la policía galesa y el equipo de seguridad de la Casa Blanca habían registrado a los niños como si representaran peligro. Obsesivo nerviosismo por la seguridad, que merece un comentario ad absurdum.

Más bien se ha debido hacer un chequeo psicológico de los ilustres participantes a la reunión, por la inmensa responsabilidad de sus decisiones que afectarían al mundo. ¿Estarían en condiciones óptimas psicológicamente para adoptar medidas razonables en el escenario que el secretario general de la OTAN, Anders Rasmussen, preparó obsesivo él también con despliegue de aviones de guerra de última tecnología, creando un ambiente amenazante?

Impracticable, desde luego, en aquel momento el test psicológico como los aplicados al seleccionar personal que va a  asumir rol de líder o jefe, para evaluar hasta qué punto la personalidad del candidato se adecúa a las exigencias del puesto de trabajo. Se les ha debido hacer de candidatos.
Vale, sin embargo, reflexionar sobre el peligro de la humanidad en manos de guerreristas, que pretenden resolver todo a base de intimidación bélica y tan torpemente.

Es el caso del premio Nobel de la Paz, convertido en presidente guerrero al servicio del gran complejo industrial militar estadounidense. Se ha sabido que Obama, en privado, no se muestra ávido de ir a la guerra basado en la coyuntura del momento. Prefiere deliberar primero. Pero el problema es estructural, prisionero como está del partido Republicano, del lobby de  fabricantes de armas, de élites fundamentalistas. Además, la OTAN no es la organización favorable a una deliberación serena.

La tradición guerrera en los EE.UU. es un hecho, y con muchos engaños a sus ciudadanos y al mundo. En noviembre de 2002 Donald H. Rumsfeld, secretario de Defensa de Gerald Ford y después de George W. Bush hasta  2006, dijo: “No les puedo decir si el uso de la fuerza en Iraq hoy, va a durar 5 días, o 5 meses, pero ciertamente no va a durar más allá de eso”.
George Bush, padre, aseguró que no se peleaba como en Vietnam, ni iba a suceder. “Esto va a ser una guerra de 2 meses”.

Para George W. Bush, “la democracia de Iraq será un éxito y este éxito llevará la noticia de Damasco a Terán, que la libertad puede ser el futuro de cada país”.

En fin, Paul Wolfowitz, asesor del Pentágono, y autor de las teorías sobre las “intervenciones preventivas” y la intimidación a los “competidores emergentes”,  justifica la guerra para extender la democracia de libre mercado.

¿Se librará algún día la humanidad del síndrome de la guerra?

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