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El Telégrafo

En el Mes de Alfaro

11 de junio de 2013

Aquellas visitas que hacía el joven José Eloy al campamento escondido en las proximidades ocultas de Montecristi, su lugar natal, en donde visitaba al guerrillero y conductor de los liberales de Manabí, don Manuel Albán, ayudaron a moldear su espíritu, fortaleciendo su preocupación por la realidad de los sectores marginados de la patria. Esto lo había aprendido también por las enseñanzas que su padre, don Manuel Alfaro González, les daba a sus siete hijos. Aquel español proveniente de Villa Cervera del río Alhama, muy cerca de Villa Alfaro, había escapado de su patria perseguido por su lucha republicana y, después de pasar por algunos países de Europa y América, se afincó en Montecristi, en donde montó un negocio de exportación. Los continuos viajes de don Manuel Alfaro al exterior fueron muy fecundos para su hijo José Eloy por los valiosos materiales de lectura que su padre traía al hogar y que lo enteraron de las modernas corrientes liberales que avanzaban por el mundo.

La existencia de Alfaro debería ser asignatura obligada en
los estudios primarios y secundarios, así como toda
la historia de Ecuador
El día anterior, Eloy Alfaro había cumplido 22 años, cuando en horas de la madrugada, en el escondido campamento de don Manuel Albán, se decidió que ya era tiempo para que el joven comandara su primera batalla. Esta se desarrolló en el cerro del Colorado, cerca de Montecristi. Tan solo lo acompañaban veinticuatro voluntarios armados con lo que podían, unos cuantos fusiles, otros azadones, picos y machetes.  Sorprendieron a una compañía de artilleros que había enviado el gobierno y que avanzaba desde Manta a Montecristi, comandada por el coronel Francisco Salazar, gobernador de Manabí.  Alfaro hizo prisionero al funcionario, pero luego de repetidas promesas hechas por el gobernador de no iniciar ninguna persecución, el joven guerrillero le dio la libertad. Por supuesto que aquellas promesas no fueron cumplidas, pues García Moreno ordenó sucesivos fusilamientos. Había comenzado la Alfarada, que con su llamarada revolucionaria despertaba la conciencia de las diversas provincias costeñas y posteriormente de la Sierra. Muy pronto empezarían los cambios más profundos y trascendentes que había experimentado el país en su etapa republicana, en todos los aspectos.

Cuando en el año 2000 un grupo de ecuatorianos nos organizamos en el Comité Cívico “Alfaro Siglo XXI”,  muy poco se recordaba en el país a la excepcional figura nacional que dedicó 50 de sus 70 años de vida a la  transformación nacional en busca de la justicia social. Más adelante, en  2002, a pedido del mencionado comité, la Presidencia de la República emitió un decreto ejecutivo por el cual se declaró a junio como el Mes de Alfaro, en recordación a cuatro fechas importantes en la vida del eximio héroe, patriota y magistrado excepcional que se celebran en este período del año. Y finalmente, en  2003, atendiendo la solicitud de esa misma organización social, el entonces presidente Dr. Alfredo Palacio firmó el decreto ejecutivo que proclamaba a Eloy Alfaro Héroe Nacional, Héroe Insignia del Ecuador, exhortando “a los sistemas de educación e información nacional a cultivar la memoria (…) del Viejo Luchador”. Sin embargo, pese a encontrarnos en el mes de junio, no hemos visto que se haya desarrollado en el país eventos importantes o actos recordatorios de la vida fructífera de don Eloy,  figura cimera de nuestra historia republicana. Por esto, la existencia de Alfaro debería ser asignatura obligada en los estudios primarios y secundarios, así como toda la historia de la nación ecuatoriana, cuyos textos tienen que  ser revisados y escritos nuevamente por historiadores ecuánimes y honestos, que no falseen la verdad.

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