El pasado 25 de noviembre, las organizaciones femeninas llevaron a cabo jornadas de lucha para denunciar las diversas expresiones de violencia contra la mujer. Día establecido en homenaje a las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, combatientes populares contra la dictadura del tirano Leonidas Trujillo, de la República Dominicana, asesinadas el 25 de noviembre de 1960. Convirtiéndolas en símbolos de la lucha de las mujeres contra la represión política y las diversas manifestaciones contra la violencia femenina.
No obstante que la Conferencia de Derechos Humanos (Viena, 1993) reconoció que la violencia contra la mujer es una transgresión de los derechos humanos. Que el papa Francisco acaba de pedir una mayor integración de las mujeres en los asuntos de la Iglesia. Que el sexismo será eliminado de la Real Academia Española, en el que padre y madre tendrán un nivel jerárquico similar. No obstante
que en nuestro país las mujeres hemos conquistado espacios y profesiones hasta hace poco de exclusividad masculina, la mentalidad patriarcal está muy enraizada en nuestra sociedad, y el machismo se manifiesta de diferentes formas.
Un informe de la Cepal, difundido a comienzos de este siglo, señalaba que, Ecuador y México eran los países de América Latina donde había mayor cantidad de casos de violencia conyugal contra la mujer. Sus orígenes: el alcoholismo, los celos, la inseguridad o simplemente por ser mujer.
Actualmente se han incrementado en nuestro país las Unidades Especializadas de Violencia Intrafamiliar, que reemplazaron a las Comisarías de la Mujer, creadas en 1994, las que indujeron a la expedición de la Ley contra la Violencia a la Mujer y la Familia, promulgada el 11 de diciembre de 1995, cuyo objeto es proteger la integridad física, psíquica y la libertad sexual de la mujer y los miembros de su familia.
No obstante, según cifras del Cepam, una de cada 4 mujeres ha sufrido violencia sexual. Y según el informe del Consejo de Participación Ciudadana, el 60,6% de mujeres es víctima de atropellos psicológicos y físicos.
En las mujeres indígenas se han incrementado los niveles de violencia física, sexual y psicológica al 59,3%. Son estas las que sufren más la violencia de género. En tanto que las mujeres afrodescendientes llegan al 55,3% de discriminación.
Lo expresado nos lleva a concluir que el machismo no ha disminuido en Ecuador. Por el contrario, se ha intensificado. Lo que demuestra que, en una sociedad, de esencia discriminatoria como la nuestra, a pesar de que las leyes favorecen a la mujer, la sociedad sigue reproduciendo el maltrato hacia ella.
Quizá uno de nuestros mayores logros legales es la tipificación del feminicidio como delito, en el proyecto del Código Orgánico Integral Penal.
Solo en una sociedad donde exista la solidaridad y no la violencia, la equidad y no la discriminación, la mujer será dignificada.