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El Telégrafo

En Chile, Bachelet

06 de julio de 2013

La expresidenta Michelle Bachelet ganó por amplio margen (73%), las elecciones primarias del pacto Nueva Mayoría, lo que implica su participación en las elecciones de noviembre de este año. Su contendor será Pablo Longueira, exfuncionario en los gobiernos de Pinochet y Piñera.

Se enfrentarán, abiertamente, la tendencia renovadora de centroizquierda con el representante de la derecha más recalcitrante, apoyado por los altos empresarios de ese país, que hicieron inmensas fortunas a la sombra del dictador. Habrá una clara polarización y la derecha pinochetista ya no podrá esconderse bajo el ropaje modernizante que han adoptado quienes, al presentarse como candidatos, ocultaban su cercanía con el régimen de facto.

Bachelet está llamada a integrar su país a los que, con gobiernos progresistas, marcan una nueva era. Chile debe volver a sus raíces libertariasQuien fue electa en 2006 como primera mandataria del país sureño tiene una larga historia de lucha, iniciada a la sombra de su padre, el general de Aviación Alberto Bachelet, que murió a consecuencia de las torturas inferidas por los golpistas de septiembre de 1973.  Fue torturada y junto a su madre guardó prisión igual que miles de chilenos y, como ellos, debió marchar al exilio. A su regreso fue llamada por el presidente socialista Ricardo Lagos para desempeñar los ministerios de Salud y Defensa.

Durante su mandato, igual que en los de sus predecesores de la Concertación, se dieron pasos positivos para la democratización de Chile. Posteriormente fue llamada a presidir ONU Mujer, dignidad a la que renunció para postularse como candidata de la Coalición que, a más de los partidos Socialista y Demócrata Cristiano, incluye al Comunista, prestigiado por su combate firme al pinochetismo, que le costó la vida a muchos de sus militantes.

Durante el gobierno de Piñera, la sociedad chilena ha sido sacudida por permanentes protestas de sectores sociales, que no encontraron respuesta a sus necesidades, especialmente en el ámbito de la salud y  educación y que se ve constreñida por el marco legal de una Constitución dictada por el pinochetismo. La juventud del país austral no se siente representada por ninguno de los sectores políticos y reclama espacios y, sobre todo, el libre acceso a la educación que mantiene un carácter elitista, incompatible con sus aspiraciones.

Bachelet está llamada a integrar su país a los que, con gobiernos progresistas, marcan una nueva era. Chile debe volver a sus raíces libertarias, para recuperar el tiempo perdido y ser nuevamente ese lugar amable, que hacía una revolución “con empanadas y vino tinto”.

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