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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Víctimas idiotas

11 de mayo de 2020

La gente me mira raro cuando explico que la cura para la corrupción no es la riqueza, ni la salud ni el empleo. La medicina es y sólo es: la educación. ¿Por qué? Porque la corrupción es un fenómeno con dos vertientes inseparables. La de los corruptos y la de las víctimas idiotas.

La corrupción es la herramienta, sólida e indestructible, del mediocre. El mediocre necesita bordear la ley, para evitarla. El mediocre no sabe cómo llegar a la meta dentro de las reglas del juego, porque le resultan complejas, largas, innecesarias. El mediocre opta siempre por el camino fácil sustentado en la siguiente máxima: “la corrupción es el método infalible e indetectable para enriquecerme sin esfuerzo”.

Créanme, el culto, educado y formado, no necesita hacer trampa. Sus capacidades son tan grandes y amplias que puede llegar al mismo lugar que el mediocre, en el mismo tiempo, pero sin romper el orden constituido. Para usar una analogía: el atleta es capaz de llegar por la pista de competencia a la meta en un minuto. El mediocre sabe que no puede, ni sus músculos ni su capacidad cardiovascular se lo permiten. Entonces, soborna al árbitro para que manipule el cronómetro, aumentando el tiempo del atleta y reduciendo el suyo. ¿Por qué lo hace? Porque sabe que es inútil, que es patético y que no tiene otra forma de “triunfar”.

Pero los corruptos y su mediocridad no son el verdadero problema, pues ellos son la minoría. El problema son sus víctimas. ¿Un país mejor educado es un país menos corrupto? Claro, porque ser más educado te hace menos idiota y ser corrupto ante un pueblo menos idiota es más complicado.

Engañar a quien ignora es pan comido. A ese se le puede sacar un voto, dinero y hasta idolatría. Robar es fácil en una sociedad ignorante. Por eso los corruptos no quieren un pueblo educado, porque quien mejor educado está tiene menos capacidad de ser víctima.

Educar reduce la mediocridad y entrega cinco sentidos a la sociedad. Robar entre ciegos puede cualquier mediocre. Robar a plena luz del día, ante ojos abiertos, resulta suicida.

Pero esta columna no la escribo para que usted le reclame educación al Estado. Ya es hora que deje de lloriquear por el paternalismo. Esta columna la escribo para que sea autodidacta, sin perder el tiempo en su afición al circo. No vamos a acabar con la corrupción encerrando en cárceles a los corruptos, sino llenándonos de luz, para que sólo así, dejemos de una vez por todas de ser víctimas. (O)

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