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El Telégrafo

Elecciones en Ecuador: ¿y América Latina?

11 de febrero de 2013

El próximo 17 de febrero, Ecuador elegirá Presidente y Vicepresidente (binomio) de la República, así como a sus asambleístas. Como ha ocurrido desde 1979, cuando el país inició su fase más larga de gobiernos constitucionales, los ocho candidatos presidenciales reflejan un multipartidismo persistente, pero engañoso, porque el espectro de partidos y movimientos existentes verifica no solo el surgimiento de algunas fuerzas políticas, sino el reacomodo de aquellas que provienen de la vieja “partidocracia”.

Aunque cinco de los candidatos coinciden en el objetivo de revertir el modelo económico consagrado por la Constitución de 2008, a fin de reimpulsar una economía empresarial, similar a la que rigió en el pasado inmediato por intermedio de la ideología neoliberal; y aunque también dos candidatos, autoproclamados de izquierda, pretenden recuperar la “autenticidad” de la “Revolución Ciudadana” y los postulados de dicha Constitución, en los siete candidatos predomina la expresa intención de derrotar al “correísmo”.

Pese a la imagen de diversidad política, los sondeos sobre definiciones electorales permiten señalar que lo que existe es una polarización entre dos candidatos: Rafael Correa y Guillermo Lasso, que aparecen con las mayores opciones electorales, y que, por tanto, lo que está en juego en Ecuador es, respectivamente, la continuidad del proceso de la Revolución Ciudadana iniciada en 2007 o la reversión y desmontaje de lo que se logró avanzar, particularmente en el campo de la economía y la promoción social, para reimplantar un modelo empresarial de desarrollo. Sin duda, solo las futuras votaciones aclararán el panorama.

Pero las elecciones ecuatorianas no solo tienen importancia nacional, sino que
conllevan una situación de expectativa para toda América Latina, porque el triunfo de Correa garantiza la consolidación de las fuerzas de la nueva izquierda en la región, así como la construcción del latinoamericanismo y su proyección hacia el futuro; mientras que la reversión de ese proceso, que incluso llegaría con ánimo de revancha y hasta para “pedir cuentas”, afectará precisamente a la edificación de esa identidad histórica.

En las elecciones ecuatorianas también está en juego el futuro de América Latina; y, por eso, en las geoestrategias mundiales, tampoco hay duda de que existen fuerzas internacionales y diplomacias de gran potencia, interesadas en frenar un futuro de consolidación latinoamericanista.

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