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El Telégrafo

El torneo de Chennai, una experiencia inolvidable

04 de enero de 2014

El lunes comenzó oficialmente el circuito ATP 2014 con los torneos de Chennai (India), Brisbane (Australia) y Doha (Catar), en la primera de las dos semanas de competencias previas al Abierto de Australia, el primer Grand Slam de esta nueva temporada.

Estuve en el torneo de Chennai en la India, en 2001, como entrenador del chileno Fernando González, quien en ese entonces tenía 20 años y rondaba el puesto 100 del ranking ATP. Pero más que el torneo en sí, recuerdo el viaje, el periplo que tuve que realizar para llegar a Chennai, ciudad sede del evento. Sin lugar a dudas el viaje más largo de los muchos que he tenido en  mi carrera  como jugador y como entrenador, una experiencia que nunca olvidaré.

Salí de Guayaquil el miércoles 27 de diciembre de 2000, muy temprano, alrededor de las 6 de la mañana, con destino a Caracas (Venezuela), donde esperé  6 horas mi conexión hacia Madrid. Llegué a la capital española cerca de las 7 de la mañana del jueves 28. Mi siguiente conexión era a las 6 de la tarde a Londres, donde conectaría con otro vuelo hacia Nueva Delhi (India) y luego con un vuelo doméstico con destino final  Chennai.

Al aterrizar en Madrid me acerqué al mostrador de la aerolínea para despachar el equipaje, tener listo mi pase a bordo y tratar de descansar, leer y comer algo para matar el tiempo durante las 11 ó 12 horas de espera que tenía por delante.

Pero ahí se presentó el primer problema cuando el encargado de la aerolínea me informó que necesitaba una visa de tránsito para poder ingresar al aeropuerto de Londres, aunque fuera para conectar con otro vuelo.

Le dije que había estado unos pocos meses antes en tránsito en el mismo aeropuerto y me contestó que era una nueva regulación, le pedí ayuda, pero me dijo que no podía hacer nada.

Le solicité la dirección del consulado británico en Madrid y me respondió que no me iban a conceder la visa, que debía haber hecho el trámite en mi país.    

La situación era complicada y yo sabía que Fernando y su padre contaban con mi presencia en la India y yo no les podía fallar.

Conseguí la dirección del consulado, dejé mis maletas en un depósito, tomé un taxi y todos mis papeles y me encaminé hacia allá.  

En esa época, debido a la frecuencia de mis viajes y a la exigencia de visados a una gran parte de los países que me tocaba visitar, siempre llevaba conmigo fotos tamaño pasaporte, cartas de la ATP que me avalaban como entrenador de jugadores profesionales, documentos oficiales de la Federación Ecuatoriana de Tenis certificándome como capitán de Copa Davis del equipo ecuatoriano y todo lo que se puedan imaginar para demostrar por qué necesitaba la visa.  

Al llegar me encontré con una sala repleta de gente que por diferentes razones buscaban lo mismo, la visa para ingresar al Reino Unido. Lo primero que pensé fue: ¡esto va a ser imposible!

Traté de explicarle mi situación a un funcionario británico, pero recibí un grito en inglés y me dijo que esperara como todo el mundo. Cuando estaba por cerrar la recepción de documentos y con mi número todavía lejos, hubo un anuncio: que el siguiente llamado sería el último en ser atendido. Comenzaron a llamar un número tras otro, pero esas personas, seguramente pensando que no llegarían a su número se habían marchado e increíblemente me tocó el último turno.      

Para colmo me atiende el mismo funcionario que me había gritado un par de horas antes, lo primero que me preguntó fue: ¿por qué no  tramitaste la visa en tu país? Le expliqué la situación, le mostré los documentos y le dije que era entrenador de tenis y que debía ir a la India a un torneo profesional.

Al ver mi pasaporte ecuatoriano dijo: “Ecuador, tenis”... y se quedó pensando unos segundos antes de continuar. “Ecuador nos ganó en tenis con los hermanos Lapentti en julio pasado en Copa Davis en Wimbledon, un triunfo increíble, yo estuve ahí“, me confesó. Yo le dije que yo era el capitán del equipo que les había ganado, me miró sonrió, me felicitó y me dijo: “mira, aquí en la planta baja hay un lugar donde preparan  un  muy buen café, baja relájate,  tómate un café, come algo y regresa en un par de horas que yo te tengo la visa lista.   

Estuve en la India, en 2001, como entrenador del chileno Fernando González.Ya con la visa en mis manos  tomé un taxi y volví al aeropuerto. Salimos  hacia Londres  sin inconvenientes ni retrasos, embarqué en la aeronave con destino a la India e inmediatamente me quedé dormido, pero unas horas después desperté con los gritos de varios pasajeros que reclamaban algo.     

Miré por la ventana y pude ver que seguíamos en la pista y habíamos pasado más de 3 horas dentro del avión. La nieve y el mal tiempo hacían imposible el despegue y finalmente nos llevaron a un hotel a descansar, pero solamente por 2 ó 3 horas, pues debíamos estar temprano de vuelta.

El viernes 29 salimos hacia Nueva Delhi, otro vuelo de casi 10 horas de duración. Con el cambio de horario  llegue en la madrugada y tuve que tomar un bus a otro terminal para la conexión doméstica a Chennai, tras una espera de 4 ó 5 horas más y de alrededor de 2 horas de vuelo, finalmente llegué a Chennai el sábado 30 de diciembre al mediodía. Tomé un taxi directo a las canchas de tenis, me cambié y fui a entrenar con Fernando.

El 31 de diciembre nos fuimos a dormir temprano, pues en la India no celebran el año nuevo en la misma fecha que nosotros.   

Después de tantas peripecias y varias horas de viaje, Fernando debutó contra el tenista checo Michal Tabara  y cayó eliminado en la primera ronda y el checo, para sorpresa de todos, se alzó con el título sin perder un solo set. Nosotros nos quedamos el resto de la semana en Chennai, entrenando para el siguiente torneo. Esa es la vida del tenista profesional y su equipo de trabajo.

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