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El Telégrafo
Nancy Bravo de Ramsey

El tesoro de los guayacanes

03 de febrero de 2015

Perdón lectores, por haberles faltado algunos martes. No fue culpa mía. Esta salud tan precaria me obligó a alejarme de la realidad e internarme por algunos días en los dominios de Solca, esa noble institución instrumento de Dios, que es mi gran esperanza -en esto siempre insisto-. Y ya con la mente clara, al tratar de integrarme a la vida cotidiana enterándome de lo sucedido en nuestro país y en el mundo, mente, espíritu y corazón latieron al unísono ante la imponente belleza de 40.000 hectáreas cubiertas de intenso amarillo, en plena etapa de los guayacanes en flor, resplandeciendo con su hermosura a todo lo ancho de la pantalla televisiva y de las fotografías de la prensa, como tan solo puede hacerlo el inescrutable poder de la naturaleza.

Y este imponente aunque fugaz milagro se presenta en cada mes de enero, dando la bienvenida al año que se inicia. El suceso tiene lugar en las fronterizas parroquias de Cazaderos, Bolaspamba y Mangahúrco, pertenecientes al cantón lojano de Zapotillo, todas ellas habitualmente de calles desoladas sumidas en la pobreza, poblaciones abandonadas, cuyos hijos se alejaron de su terruño en busca de una próxima urbe que les permitiera una plaza de trabajo que pudiera calmar en algo sus propias necesidades y las de su familia.

Para ellos el florecimiento espectacular de millones de árboles de guayacán, agrupados en 40.000 hectáreas que unen a diversas parroquias lojanas del cantón Zapotillo, significa un respiro a su dolorosa situación, desde los días previos al acontecimiento, preparando las diversas actividades que ofrecerán a los visitantes, o recibiendo cursillos de guías turísticos de la zona, o planificando el hospedaje de los turistas, las exposiciones artesanales o fotográficas, la selección de los diversos platos típicos de la zona, que podrá ofrecer la comunidad visitada a los turistas.

¿Existe o no razón para calificar la floración de 40.000 hectáreas de guayacanes como un tesoro para la región lojana elegida por la naturaleza y para toda nuestra nación? Pues claro que sí. Y por muchas razones.

Si los ministerios del Ambiente y de Turismo -fundamentalmente-, además de la cartera de Obras Públicas para atender carreteras y caminos que faciliten el acceso a los lugares de floración del maderable, desarrollan en el presente -y lo harán en el futuro- las medidas adecuadas para el incremento del turismo nacional e internacional con base en este regalo de Madre Natura, así como proyectos de orden laboral, artístico y cultural para beneficio de la población de aquellas parroquias de Zapotillo en la provincia de Loja. Y no solo en esos lugares se sucede este milagro de florecimiento masivo de los guayacanes, pues también lo podemos admirar, muy en menor escala, al norte de la provincia del Guayas y en Arenillas, dentro de la Reserva Ecológica Militar, a 50 kilómetros de Machala, la capital de la provincia de El Oro.

Para integrarse al grupo de aquellos privilegiados turistas -nacionales y extranjeros-, que en cada año, en especial a partir de 2012 cuando el Gobierno, a través de las instituciones respectivas, tomó acciones para promocionar el acontecimiento natural, los interesados deben esperar el proceso que requiere la floración de los guayacanes, que no tiene fecha exacta, pero que siempre sucede dentro de enero.

Todo depende de la primera lluvia. Luego de transcurrida aproximadamente una semana, aparecen las flores. Este es entonces el momento de armar las tiendas de campaña o de arribar a los hospedajes del lugar.

Delicadas y sutiles, dentro del lapso de 7 días, con su intenso amarillo terminan copando por completo cada rama de los frondosos árboles y tapizando totalmente el suelo, realizándose de este modo una de las manifestaciones más hermosas e impresionantes de la naturaleza…

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