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El Telégrafo

El teatro de lo absurdo (o ese artículo que publicaron en El Comercio)

13 de diciembre de 2013

Es el teatro de lo absurdo. No estoy seguro si es la manifestación de la mentalidad de pueblo del siglo XIX o la obnubilación mediática de querer atacar por atacar, de oponerse por oponerse, lo que termina en el sinsentido de la ridiculez. Ayer, en el diario El Comercio, Flavio Paredes y Richard Cortez hacían una apología del tradicionalismo irracional de las fiestas de Quito de ‘años atrás’. Era una queja a la ‘institucionalización’ de las fiestas, que han perdido su calidad de ‘ritual de reconocimiento’ para convertirse en un ‘ritual institucional’. Incluso lograron que Rafael Polo, un catedrático universitario, legitimase la crítica.

Ahora bien, las fiestas de Quito han cambiado. Han cambiado en una ciudad que ha vivido, según Byron Villacís, exdirector del INEC, envejecimiento, inmigración y la transformación a una población menos conservadora. También una ciudad que ha crecido y una ciudad que ha adoptado los valores de una metrópoli necesitada de un orden; algún orden. Porque así como ahora lo importante, al parecer, es mantener al ‘valor erótico’ de las fiestas, hace una década las primeras planas vendían con los saldos mortales que dejaban estas fechas.

La ‘prohibición y la celebración aséptica’ de las fiestas de Quito han significado que en este año ninguna muerte se relacione con las festividades de la ciudad.Al parecer, nos hemos olvidado de lo que nos dejaban las fiestas. Nos hemos olvidado de las imágenes vergonzosas de muchedumbres beodas tiradas en las afueras de la Plaza de Toros, o en los bares de zonas populares como La Mariscal (que tanta añoranza genera en los autores). O las peleas y el sentimiento generalizado de inseguridad. O las riñas, así como las intoxicaciones que terminaban en muerte y los accidentes de tráfico también. Sí, mantenían el sentido más tradicional de un pueblo de la colonia, en el contexto social, la explosión demográfica y la reivindicación de derechos del siglo XXI.

La ‘institucionalización’, simplificada y exagerada en el artículo, no es en detrimento del ritual cultural. Es en detrimento de la violencia y mortalidad que significaba este ritual. La ‘prohibición y la celebración aséptica’ de las fiestas de Quito, caracterizadas casi como un legalismo fascista impuesto para municipalizarlas, han significado que en este año ninguna muerte esté relacionada con las fiestas de la ciudad, según datos de Seguridad Ciudadana.

A lo mejor el espacio dejado por la crónica roja de los 7 de diciembre debe ser llenado con esa visión retrógrada que vincula la ‘integración corporal erótica’ con los desmanes de bacanales que terminaban, irremediablemente, en tragedia. A lo mejor es parte de una línea editorial perfilada por buscar cualquier crítica al Gobierno, así sea en desmedro de la calidad periodística. A lo mejor es ese doble discurso mediático que pide orden y seguridad, excepto cuando, de hecho, se logran.

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