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El Telégrafo

El talento ecuatoriano

29 de octubre de 2013

He leído el artículo de Pablo Salgado titulado “¿Ecuador tiene talento?”, y me he quedado pensando, porque a mi alrededor pululan personas extremadamente talentosas. Por poner algunos ejemplos: esa maravillosa artista en vidrio que es Carolina Lizarzaburu, ese incomparable guitarrista clásico que es Terry Pazmiño, ese genial poeta que es Carlos Vallejo Moncayo, esos grandes cantautores que son Fabián Jarrín y Pancho Prado… por poner solo cinco ejemplos.

Ninguno figura en listas de rating, aparece en medios, viaja a encuentros y congresos internacionales cada medio año. Ninguno está forrado de dinero. Ninguno exhibe fotos con famosos en todas partes del mundo. Pero no cabe duda de que Ecuador tiene talento. Y mucho.

¿Cuál es el problema, entonces? Tal vez que a un gran porcentaje de creadores y artistas lo que les falta es el talento para la figuración. Característica, esta falta, de los verdaderos artistas. De quienes lo son por el gusto de serlo, por amor a la vocación artística y no a la foto del periódico, al viaje ni al dinero. Sin embargo, llega un momento en el que esa falta de talento para estar en todas partes puede ser perjudicial para el arte que se practica, para la difusión de una obra que merece ser compartida y para la misma idea de talento que se prefigura en las mentalidades nacionales.

Es triste, como dice Pablo, que la visión del talento ecuatoriano se reduzca a un reality show. Es triste también que la visión del talento ecuatoriano se reduzca a un concurso de imitaciones (gran talento, este de imitar, pero existen otros originales que ni siquiera se toman en cuenta). Es triste que se cuantifique el talento por la capacidad de llenar un auditorio o estadio aunque la calidad del producto que se presente sea un poco menos que lamentable. Y es triste que sean los protagonistas de estas actividades quienes se perfilen como los representantes del talento ecuatoriano mientras existe tanto talento escondido en nuestro país.

También es triste que el verdadero talento ecuatoriano tenga que mendigar auspicios, suplicar favores, escribir solo literatura para niños o jóvenes (nada despreciable, por cierto, pero no es la única literatura que existe) porque  la otra literatura no es negocio. Tristísimo que el verdadero talento tenga que romperse los nudillos golpeando puertas que rara vez se abren, mientras lo que se le ha hecho creer a la gente que es “talento” opaca con su ruido y su parafernalia el hambre de arte que todavía no se sacia en nuestro país.

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