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El Telégrafo

El sueño del tremendo Comisario del Mundo

03 de septiembre de 2013

Esto de vivir en la misma época que Estados Unidos ha sido dramático para toda la humanidad, pues no solo es que EE.UU. se cree el Gran Comisario sino -además- el dueño del mundo, de todos sus continentes y los océanos que los circundan, de los archipiélagos e islas. Sin que se queden al margen de su codicia las diversas naciones que existen sobre el planeta, incluyendo -por supuesto- los habitantes que hay en ellas, más aún si son de las razas que  cree  inferiores. Y ni qué decir de aquellos países dotados de importantes riquezas, agrícolas, minerales o acuíferas. Nada se escapa a la desmedida voracidad del tremendo Comisario del Mundo. O como sucede con Siria.

Su estratégica ubicación geopolítica también es tomada en cuenta por Estados Unidos. Más aún si a esa posición se suman las importantes reservas de petróleo que posee Siria, tema por demás especial, sobre todo para los países petroleodependientes. Con fronteras de seis naciones -Turquía, Líbano, Jordania, Israel, Irán e Irak- tiene, además, costa en el Mediterráneo, con conocidos puertos, como Latakia, Baniyas y Tartus, en donde se encuentra desde años atrás una base naval rusa, nación de fuertes vínculos con Siria.

Sin presentar prueba alguna
y para justificar su posible agresión, Estados Unidos  declara que el Gobierno sirio utilizó armas químicas
Las reservas de petróleo de Siria llegan a un aproximado de 2 millones y medio de barriles, y las de gas alcanzan un cuarto de billón de metros cúbicos. Esto, sumado a su estratégica ubicación geopolítica, hace de Siria un plato fuerte para la ambición del tremendo Comisario del Mundo, que sueña con ese bocado de príncipes para saciar sus ambiciones. ¿Allí se encuentra acaso buena parte de las razones que han decidido a los Estados Unidos a una ofensiva aérea contra Siria? Por supuesto que sí. Y hay que entender que, como sucedió con Libia, la nación del norte y sus aliados de la OTAN no invadirán el suelo del país codiciado, puesto que, de este modo, utilizando tan solo ataques desde lejos, aseguran su victoria, sin exponer a sus soldados a la furia y el valor de los sirios, como sí sucedió en Corea y Vietnam, en donde fueron derrotados los estadounidenses.

Esa situación privilegiada dentro de la región de Oriente Medio le ha permitido a Siria emprender importantes obras. Ya en 1952 construyó un oleoducto de 800 kilómetros que, partiendo de Kirkuk en Irak, llegaba al puerto de Baniyas, lo que le significaba fuertes ingresos económicos. Pero la obra fue  destruida por el Ejército norteamericano en el año 2003, durante la invasión de Estados Unidos a Irak. Esto resolvió a Al-Assad a anunciar en  2009 lo que se denominó la estrategia de los cuatro mares, que convertiría a Siria en el eje del transporte de petróleo y de gas de toda esa zona, pasando por el Golfo Pérsico, el mar Negro, el Caspio y el Mediterráneo, llevando el petróleo de Siria e Irak, a los que se sumó posteriormente Irán, con la construcción de un nuevo ramal que, partiendo de Egipto, atravesaba esta nación, así como  Jordania y Siria, para desembocar en Trípoli (Líbano) y Baniyas.

Actualmente, hombres y mujeres de Siria se preparan para responder a los anunciados fuertes ataques aéreos del Ejército norteamericano. ¡Tamaño descaro del Tío Sam!, que sin presentar prueba alguna y para justificar su posible agresión, declara que el Gobierno sirio utilizó armas químicas. Esa es la fórmula que sigue siempre Estados Unidos con aquellos países que intenta aniquilar dejando solo piedra sobre piedra, con el propósito de disponer a su antojo del petróleo y el gas de la nación destruida. Para abrirse camino en sus funestos planes, los miembros de la OTAN, con Estados Unidos a la cabeza, primero conforman una legión de mercenarios a la que arman fuertemente. Perros de guerra sin conciencia, asalariados que, por paga, invaden el país en cuestión y crean el caos culpando al Gobierno de aquella mortal situación que, hasta ahora, ha cobrado más de 110.000 vidas en Siria.

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