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El Telégrafo
Víctor Mendoza Andrade

El suelo, recurso olvidado

16 de diciembre de 2014

La actividad agropecuaria es la base de nuestra seguridad alimentaria y producción agrícola de exportación, constituyendo la segunda fuente de divisas de nuestra economía. Esta actividad se desarrolla aproximadamente en el 47% (12,355.831 hectáreas) de la superficie del país. De los cuales -se informa- presentan procesos erosivos de diferente intensidad en el 48% de superficie total.    

Las Naciones Unidas ha declarado a 2015 como Año Internacional de los Suelos, encargando a la FAO implementar el Año Internacional de los Suelos 2015 (AIS), en el marco de la Alianza Mundial por el Suelo y en colaboración con los gobiernos y la Secretaría de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD).

Los agrónomos definen al suelo como un cuerpo natural, mezcla de minerales desintegrados y meteorizados con materia orgánica, provisto de cantidades adecuadas de aire y agua tienen la capacidad de mantener una vegetación. Indicando que el origen y la sustentabilidad de nuestra civilización se inicia en la estructura de un terrón de tierra, formada por las partículas minerales (limo, arena y arcilla) unidas por agentes cementantes y en cuyos espacios vacíos (poros del suelo) almacenan el aire y el agua.

Los agricultores en sus prácticas de cultivo deben proteger los poros útiles del suelo que son los llamados capilares. Los cuales retienen el agua para la vida de las plantas. Estas características del suelo de acuerdo con Graziano da Silva (Director de la FAO) “son esenciales para nuestros ecosistemas, desempeñando un papel fundamental en el ciclo del carbono, almacenando y filtrando el agua, y mejorando la resiliencia ante inundaciones y sequías”.

En la década del 70, La comunidad científica occidental expresaba su preocupación por el crecimiento exponencial de la población mundial frente a la producción lineal de alimentos, los cuales, en su mayor parte, tienen su origen en la tierra. Informando que en 1975 se tenía por persona 4/10 de tierra cultivable, y se calculaba que  en el nuevo milenio tendríamos solamente ¼ de ha. Debido  al crecimiento demográfico.

La FAO estima que un tercio de todos los suelos se degradan, debido a la erosión, compactación, obturación, salinización, agotamiento de la materia orgánica y los nutrientes, acidificación, contaminación y otros procesos causados por prácticas insostenibles de gestión del suelo calificándolo como un “recurso casi olvidado”, advirtiendo que “a no ser que se adopten nuevos enfoques, la superficie mundial de tierra cultivable y productiva por persona equivaldrá en 2050 a solo una cuarta parte del nivel de 1960” y para establecer objetivamente el significado de la pérdida de los suelos.

Eve Crowley, consultora adjunta de FAO, expresa: “El hecho de que los suelos no son un recurso renovable hace que su preservación sea un reto todavía más urgente: un centímetro de suelo puede demorar unos mil años para formarse y este mismo centímetro puede ser destruido en solamente algunos minutos por causa de degradación debido a un mal manejo”.

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