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El Telégrafo

El Sr. K

19 de julio de 2013

Una de las vanaglorias de la Revolución Ciudadana ha sido ese rescate integral del servicio público y la reestructuración de la burocracia. El puntal: los seis minutos que se demora en sacar la cédula. Y que se eliminó el cargo designado para que te den un pañito después de poner la huella. Se buscó acabar con la anarquía. Y no la buena anarquía. Sino esa anarquía donde se convertía cada institución pública en la tierra del tramitador en una red burocrática antidemocrática, agresiva y perversa. Una burocracia impávida que se ha colado en nuestra mentalidad tropical del quehacer tramitológico y se ha arraigado como una marca de Caín en nuestra ecuatorianidad.

El problema de la burocracia
no es solo de atmósfera. El problema mayor, y de nuestra burocracia en particular, es el sinsentido
Sí. Los edificios son nuevos. Las paredes están pintadas. Los turnos son dados y hay espacio para sentarse. Hay un ambiente más amigable. Pero el problema de la burocracia no es solo de atmósfera. El problema mayor de la burocracia, y de nuestra burocracia en particular, es el sinsentido. Es esa irracionalidad de un sistema de requerimientos redundantes, de formas y ventanillas y más requerimientos que agotan al ciudadano frente a la base del Estado.

El crecimiento del tamaño del Estado, evidentemente, tiene su precio. La regulación y el control, producto de una inopia histórica, terminan por crear una maraña de cruces institucionales que, a nivel ejecutivo, debe tener sus virtudes, pero que se despliega torpemente al ciudadano, quien termina añorando los años de corrupción, antes que la gratuidad de un sistema impráctico y pánfilo.

Todavía me pregunto cuál es la necesidad de llevar una copia de la cédula y de la papeleta de votación (todas a color) para cada paso de un trámite -cuantos pasos esto signifique- en un sistema que se jacta de haber puesto chip en cada cédula. No entiendo la necesidad que tiene el propio ciudadano de rectificar los errores de la administración pública, porque esta se ve incapaz de actuar de oficio. No entiendo esa ridícula manía de obligarnos a solicitar documentos en cuatro ventanillas distintas, en la misma institución donde estamos haciendo el trámite. No entiendo la parquedad insultante de la “señorita de información”.

Me pregunto, al final, quién fue el sádico tecnócrata que decidió modelar la burocracia nacional a partir de un delirio kafkiano, pensando en cada usuario como un remedo adaptado del Sr. K agonizando frente a sus verdugos, mientras gritamos: “Como un perro”, asegurándonos que seremos sobrevividos por nuestra vergüenza.

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