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El Telégrafo

El sombrero de Ecuador

14 de diciembre de 2012

Todos aprendimos que el sombrero de paja toquilla elaborado en Jipijapa y Montecristi se llamaba Panamá. Y lo asumimos resignados. Durante años, promocionamos el sombrero con el nombre de “Panama Hat”, sabiendo claramente que era ecuatoriano.    

Políticos, actores, actrices y famosos de todo tipo lo han lucido. En Ecuador, todos lo tenemos y lo usamos para cualquier ocasión: el paseo de fin de semana, el fútbol y hasta para ir a los toros. Además, los hay para todos los gustos.

El 5 de diciembre de 2012 es una fecha importante para el Ecuador. Ese día, a las 10:15, la Unesco, en su séptima reunión de los Estados Parte de la Convención para el Patrimonio Cultural, incluyó, por unanimidad, al tejido del sombrero de paja toquilla de Ecuador en la lista del patrimonio cultural inmaterial. Es decir, lo declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El sombrero de Ecuador tiene 5 mil años de historia, pues hay evidencias en las culturas Chorrera, Jama Coaque,  Bahía, Manteña, entre otras. Respecto al sombrero actual, se dice que hacia 1630 el indígena Domingo Chóez conjugó esta materia prima con la forma de los sombreros españoles. Y a partir de ello se produjo el auge del sombrero, a tal punto que en 1863 se exportaron 500 mil sombreros, llegando incluso a superar al cacao.

El éxito del sombrero de Ecuador está en la calidad de la fibra de esta variedad de palma, la toquilla, que es finísima y blanca, y, sobre todo, en la sabiduría y habilidad de los tejedores y tejedoras que no utilizan ninguna herramienta que no sea la de sus manos. Y esta labor, paciente y compleja, convertida en arte, es lo que se ha reconocido. Ese conocimiento que, en buena hora, se ha transmitido de generación en generación, es ahora patrimonio de la humanidad.

Este reconocimiento implica también recuperar la denominación de origen, es decir la soberanía, el  nombre propio y la dignidad. Este reconocimiento debe llenarnos de orgullo a todos los ecuatorianos y todos debemos exigir que ahora, propios y extraños, lo nombremos como corresponde: el sombrero de Ecuador.

Para evitar que esta sabiduría en el tejer se pierda, se abrió ya la Escuela Taller, en la Comunidad de Pile (Montecristi), con la cual se motiva y garantiza la continuidad de esta ancestral tradición.

Pero es importante también que esta declaración implique medidas de fomento a la producción, a la comercialización, a la apertura de nuevos mercados y, sobre todo, a que se pague un precio justo a sus tejedores y tejedoras.

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