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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

El que ríe al último... se caga de la risa nomás y alcanza la gloria eterna

05 de febrero de 2015

Por fin aprendimos que lo mejor para la salud física, mental, sicológica y política es el humor. Cuando todo esto se acabe, como gustan repetir algunas personas cargadas de ironía en sus pensamientos, posiblemente todos reiremos mejor, de lo lindo, mucho más que ahora.

Claro, hemos estado pletóricos de humor, tan chistosos todos que ya no sabemos en qué momento hacemos bromas o hablamos en serio. Y por confesión propia, todos aquellos que dijeron que sus pensamientos eran graves, sesudos, profundos y hasta bíblicos ahora dicen que lo hicieron con enorme ironía, con una dosis triple de comicidad, que no tuvieron la intención de ofender, infamar, injuriar y mucho menos llamar a la violencia. Todo ha sido un chiste. Ecuador ha sido un reverendo ‘meme’.

Nuestra patria ya no ha sido un país pasillero. Todo lo contrario, hemos sido jocosos, ‘carcajosos’, medio payasos, se nos derrama por los poros el humor y destilamos con grandilocuencia la mayor de nuestras virtudes: reír.

¿Entonces por qué tanta amargura? ¿De cuándo acá una mofa ‘oficial’, gubernamental o populista les molesta tanto a los exégetas del humor? ¿Por qué jode tanto quedar en ridículo con un chiste, si el chiste no hace daño ni altera la vida de nadie? Claro, como dijo Oscar Wilde: “La vida es demasiado importante como para tomársela en serio”.

Si a alguien se le dice que tiene un zapato en la cabeza, ¿por qué va por Argentina declarándose perseguido político? ¡Si es un chiste! No hay por qué llorar ni amargarse. Tampoco hay que hacerse bolas cuando se les dice ‘tarzán de bonsái’ a los bajitos de estatura. A reírnos todos, a carcajadas, cuando alguien pida a las masas meterte una bala en la cabeza, convoque a los intelectuales a caerte a palos o, como ocurrió en Madrid, poner una bomba en la Plaza del Sol, en la concentración de Podemos.

Por tanto, amigos y amigas, hermanos y hermanas, oficialistas y opositores, no se hagan bolas: la risa es todo, el chiste es nuestra gloria y salvación. ¡Hay que cagarse de la risa! Claro, riéndonos todo el tiempo entra el doble de aire al cerebro y los pulmones mueven 12 litros de aire, en vez de los 6 habituales, lo que mejora la respiración y aumenta la oxigenación. Con esto se desmiente la idea de que la risa provoca arrugas en el rostro, ya que, por el contrario, se tonifica. En cambio, el mal genio y fruncir el ceño producen arrugas.

La risa genera endorfinas y encefalinas en el cerebro, baja la hipertensión, tonifica el miocardio y regula los trastornos de ritmo, fortaleciendo el corazón.

Si no me creen, lean el libro sobre la comedia que escribió Aristóteles y que nadie lo ha leído (salvo Umberto Eco).

En adelante, nadie se tome en serio nada. Queda decretado que nadie llorará con las injurias y amenazas, todas son un chiste de un espíritu libertario, de todos aquellos que desean, sobre todo y ante todo, la patria libre y la mejor democracia. Los chistosos llegarán al poder cuando todo esto se acabe para crear la patria del buen humor y del chiste sano.

¡Vivan los chistosos! ¡Abajo los aburridos y los amargados! ¡Que aquí gobierne la caricatura y el ‘cacho’ colorado! ¡Que las maestrías y bachilleratos sean para vanagloriar el sarcasmo, la sorna, la ironía y el infundio bien fundado!

(Por supuesto, todo lo dicho aquí es un chiste, que no quepa la menor duda, hasta que todo esto se acabe.)

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