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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

El proyecto popular y los servicios secretos

23 de enero de 2015

En las tertulias ideológicas de la dorada sexta década del llamado siglo incierto -el XX- surgían temas de discusiones apasionantes, aunque obviamente ingenuas, y en referencia al modelo de régimen que preparara la llegada del socialismo después de su triunfo inevitable en el orbe; surto y establecido ya en  la URSS y los países del este de Europa; en China, Corea, Cuba. La implosión de la Unión Soviética y el campo socialista europeo, años después, ahogó aquel sueño.

No obstante, algunas de las ideas esgrimidas en esos tiempos donde se exigía pensar y reclamar los ‘imposibles’ sobreviven  y son aquellas referentes a un proyecto de Estado nacional y popular, que ya en esa época  se había experimentado en principio con éxito en  latitudes distintas, aunque dichos procesos de esa trilogía de naciones posteriormente sufrieran muerte y extinción por imposición de entes foráneos con asonadas aleves. Me refiero a gobiernos que intentaron cambios  en: Irán, Guatemala, Argentina. Mientras en las sombras, en  un lustro apenas, la CIA generó duras acciones facciosas -lejos y dentro de su patio trasero- y destruyó realidades de auge en esas tierras.  

La primera de ellas se ejecutó en la antigua Persia y en contra del premier Mossadegh, político laico y modernizador que logró nacionalizar el petróleo y, por tanto, era una espina clavada en la garganta del trust petrolero. Derrocado  en 1953 por la dinastía corrupta de los Pahlevi. Su patria vivió la entrega de la industria de hidrocarburos al imperio y 25 años de un régimen sanguinario.

En Guatemala, después de atroces dictaduras, se estableció un régimen democrático. Fue elegido primer mandatario Juan José Arévalo, reconocido intelectual en cuyo gobierno se dieron reformas constitucionales, modificaciones importantes en la educación y la cultura. Lo sucedió en legalidad Jacobo Arbenz, que continuó las ejecutorias ‘arevalistas’ y profundizó cambios para un desarrollo económico de altas perspectivas: hidroeléctricas, carreteras, puertos. Incoando la reforma agraria que afectó intereses de la United Fruit, la ‘mamita yunay’ que tenía magnos accionistas, en la secretaria de Estado y en la CIA, respectivamente. La réplica monopólica se dio y asaltó al país con mercenarios, al mando de Castillo Armas, títere muerto años después en un ajuste de cuentas de sus socios mafiosos. El putsch triunfó. En 1954 Guatemala se sumergió en tiempos  de  barbarie.

En Argentina, a mediados de la década del cuarenta, la seguidilla  de golpes de Estado -iniciado con el que depuso al caudillo radical Irigoyen- solventó  por primera vez una expectativa de encuentros entre el poder militar y los sindicatos. Era el coronel Perón -más  tarde general y gobernante del país- ministro de trabajo, cuya gestión  encaminó el propósito. Siendo presidente cimentó lo que sería la experiencia justicialista: Dictó decretos para los derechos laborales y civiles; sustituyó importaciones, proyectando un programa de desarrollo propio, creando industria pesada, nacionalizando el comercio exterior e incursionando en los campos de la energía nuclear con fines pacíficos; entregando cobertura en educación y salud de las más altas del continente. Las políticas de no alineamiento de su régimen son causas que aún accionan gestiones del G-77.

Derrocado en 1955 por una fusión de golpistas criollos y extranjeros, su caída cerró un trienio infame pero exitoso de los servicios secretos de egos imperiales de destruir proyectos luminosos. Hoy retomado por las patrias progresistas. Y en Ecuador rebasando  los fines del capitalismo social.

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