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El Telégrafo

El populismo

19 de julio de 2012

La palabra “populismo” es un término acuñado por la teoría política para definir a corrientes ideológicas o regímenes que se identifican por su oposición (real o retórica) a los poderes oligárquicos y a los partidos políticos tradicionales, por su repudio a la “democracia representativa”, así como por el uso de una política de masas y de mecanismos de democracia directa (plebiscitos, referendos, asambleas constituyentes), para validar cambios sociales y reformas al sistema político.

En general, este término ha sido y es usado en sentido peyorativo, con un carácter axiológico, valorativo y de signo esencialmente negativo. La derecha lo usa para denigrar a partidos o gobiernos que atentan contra sus privilegios, rompen con su viciada estructura de poder y crean un nuevo sistema político, alrededor de un liderazgo personal y un sistema de símbolos fácilmente captable por las mayorías iletradas.

Los acusa de irresponsables, demagógicos y peligrosamente izquierdistas. Y la izquierda marxista emplea tal palabra para juzgar a movimientos o regímenes progresistas, que efectúan importantes cambios sociales y benefician a las mayorías, pero que según ella no afectan al sistema de acumulación capitalista ni buscan “construir el socialismo”.

Desde otra perspectiva, este fenómeno ha sido identificado como “nacionalismo revolucionario”. Según se afirma, ese doble carácter está dado por su exaltación del patriotismo y el nacionalismo para enfrentar a los intereses económicos y políticos extranjeros, y por su voluntad de reafirmar la soberanía del país sobre su territorio o sus recursos naturales.

A ello habría que sumar también su voluntad de transformar la vieja estructura político-social, que en algunos casos llega hasta la decisión de construir un modelo social independiente y soberano, en el que desaparezca la explotación humana y el trabajo sea la fuente legítima de la riqueza.

Esta concepción del “nacionalismo revolucionario” está apoyada en el marxismo heterodoxo del pensador peruano José Carlos Mariátegui, quien valoró al nacionalismo como un camino idóneo hacia el socialismo. En efecto, en su polémica con el aprista Luis Alberto Sánchez, Mariátegui sostuvo que, a diferencia de las naciones europeas, donde el nacionalismo tiene un carácter agresivo y reaccionario, el nacionalismo en los pueblos de matriz colonial tiene un carácter defensivo, “es revolucionario y, por ende, concluye con el socialismo”.

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