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El Telégrafo

El poder político y los medios

13 de febrero de 2012

Cuando se inició la Revolución Francesa los principios de libertad, igualdad y fraternidad posibilitaron a la burguesía apoyarse en el campesinado empobrecido, para cambiar la legitimidad monárquico-hereditaria por la legitimidad democrática.

La legitimidad, en democracia, se origina por la decisión del pueblo expresada en las urnas. Las mayorías se imponen al pronunciamiento de las minorías. De esta forma nace un gobierno legal y legítimo. Por tanto, podemos afirmar que uno de los procesos legitimadores de la democracia son las elecciones.

En el Ecuador –a partir del año 2007– se han dado ocho procesos electorales. Parece que no han sido suficientes, por el calificativo de dictador que reiteradamente recibe el presidente Correa de parte de algunos medios privados de comunicación.

Varios medios privados pretenden apuntalar otro proceso legitimador de la democracia: “la opinión pública” –a la que ellos direccionan a su antojo– como sinónimo de “voluntad popular”. Allí está la trampa.

A los medios privados de comunicación que están en frontal oposición política al Gobierno, ¿en qué proceso democrático les concedió el pueblo el mandato de ejercer oposición al Gobierno, al que el mismo pueblo eligió mayoritariamente? No existe tal pronunciamiento. Al no existir este mandato popular específico, las acciones políticas de algunos medios de comunicación privados son ilegales e ilegítimas.

Se puede deducir entonces que son los intereses corporativos, sumados a los intereses de los perdedores, los que estarían en juego.

Cuando en el Ecuador los gobiernos oligárquicos llegaban al poder luego de procesos electorales, a las pocas horas de posesionados excluían de sus planes de gobierno lo referente al bienestar de las mayorías. No obstante, cierta prensa se encargaba –sistemáticamente– de convencer al soberano de lo contrario.

Así las cosas, el año 2012 –año de campaña electoral– constituirá una magnífica oportunidad para que los ciudadanos y ciudadanas puedan evaluar el comportamiento de varios medios de comunicación que se han declarado  –por sí y ante sí– como los más furiosos opositores políticos al gobierno legal y legítimo de la Revolución Ciudadana.

Le corresponde al pueblo exigir que funcione otro tipo de medios de comunicación privados, cuyos principios de servicio público se vean honestamente reflejados en sus prácticas cotidianas.

No es posible continuar con aquello que comentaba –con la lucidez de siempre– Eduardo Galeano: “Los poderosos nos mean. Sus medios de comunicación dicen que llueve”.

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