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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

El Plan Barbarossa

11 de mayo de 2015

En diciembre de 1940, Hitler firmó la orden para desarrollar un conjunto de medidas políticas, económicas y militares, que se conocerían como Plan Barbarossa. En él se contemplaba la destrucción de la URSS en poco tiempo y debía implementarse apenas Inglaterra fuera derrotada. Sus principales metas eran Moscú, Leningrado y las regiones industriales de la zona central; se consideraba que la caída de Moscú generaría un fuerte impacto psicológico, que influenciaría grandemente en las futuras operaciones de guerra.

El plan, que tenía las mismas características que tan buenos resultados le habían dado a Hitler en Europa, fue elaborado cuando Alemania, país altamente desarrollado, se había apoderado de los principales centros industriales europeos y poseía dos veces y media más recursos que la URSS. Alemania era la más fuerte potencia imperialista de entonces y su producción se encontraba dirigida en lo fundamental hacia la industria de guerra.

A fines de abril de 1941, la dirección político-militar de Alemania Nazi estableció el 22 de junio de ese año como la fecha definitiva para el ataque a la URSS. El alto mando alemán estaba tan seguro del éxito del plan, que para después de su cumplimiento planificaba la toma, a través del Cáucaso, de Afganistán, Irán, Irak, Egipto y la India, donde esperaban encontrarse con las tropas japonesas. Creía también que se les uniría España y Portugal. Dejó para después la toma de Canadá y los EE.UU., con lo que Alemania Nazi lograría el dominio del mundo.  

En la madrugada del domingo 22 de junio de 1941, un ejército jamás visto por su magnitud, experiencia y poderío, se lanzó al ataque en un frente de más de 3.500 kilómetros de extensión, desde el mar Ártico en el norte hasta el mar Negro en el sur. Era un total de 190 divisiones, cinco millones y medio de soldados, 4.000 tanques, 4.980 aviones y 192 buques de la armada nazi.

El Senador Truman declaró al New York Times: “Si vemos que gana Alemania, entonces debemos ayudar a Rusia y si comienza a ganar Rusia, entonces debemos ayudar a Alemania. De esta manera, ojalá se maten entre ellos, entre más mejor. Aunque yo no quiero la victoria de Hitler bajo ninguna circunstancia”. Esta era la mentalidad de quien a la muerte de Roosevelt ocuparía la presidencia de los EE.UU.

El plan fracasó cuando el 7 de noviembre de 1941 la Wehrmacht no pudo desfilar por la Plaza Roja de Moscú, tal cual lo había planificado, sino que lo hizo el Ejército Soviético, para luego marchar directamente al frente e infligirle a la Wehrmacht su primera derrota.

Sobre la Batalla de Moscú, el General MacArthur escribió en febrero de 1942: “En mi vida he participado en varias guerras, he observado otras y he estudiado detalladamente las campañas de los más relevantes jefes militares del pasado. Pero en ninguna parte había visto una resistencia a la que siguiera una contraofensiva que hiciera retroceder al adversario hacía su propio territorio. La envergadura y brillantez de este esfuerzo lo convierten en el logro militar más relevante de la historia”. (O)

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