Conceder perdón, se corre el riesgo, porque a lo mejor el beneficiado supone que se lo merece, y es posible que incurra en otro delito de mayor gravedad.
El perdón funciona en los hombres y mujeres que se arrepienten de sus fechorías, pero jamás en los casos de los ingratos y mediocres que se avergüenzan de recibir favores porque se creen superiores a los demás.
Aunque columnistas de los medios independientes y otros alquilados en el exterior, constantemente, suelen tildar al Presidente de la República de tirano y enemigo de la prensa, hoy, Rafael Correa Delgado entrega una lección histórica al decretar el perdón a los enjuiciados que lo acusaron de criminal y de encubridor de otros hechos.
Solo las almas nobles perdonan a los embusteros, pero sus malévolas acciones nadie las podrá borrar, ni en el tiempo.
Ya comienzan a minimizar el gesto generoso del líder del Socialismo Siglo XXI, mediante notas editoriales. Exaltan la decisión de perdonar, pero lo señalan como el iniciador de la guerra comunicacional, en lugar de llamar a los calumniadores a la reflexión y a enderezar desvíos conductuales. Por allí, un editor subordinado a la política del diario donde labora proclama, audazmente: “somos poder, de los poderes” con facultades para decir lo que nos da la gana.
En respuesta a ese desatino, el papa Benedicto XVI habla de la dictadura de los medios de comunicación y subraya la necesidad de emanciparse de ese mal.
Tras el escándalo mediático, confabulado por periodistas que no pudieron comprobar sus calumnias, llegaría a su término el conflicto ético-jurídico con la nueva Ley de Comunicación por aprobarse y que sintetiza un principio universal: informar y opinar, sin censura previa, pero con responsabilidad ulterior.
A la prensa, radio y televisión le corresponde asumir un nuevo reto: despojarse del error de considerar al periodismo como un poder y entender que su misión es difundir la verdad y formar una correcta opinión pública. Si el periodismo se mantiene como eje conductor de la política al servicio de la derecha, surgirán muchos perdones, pero no se habrá dado un solo paso para hacer honor al pensamiento del fundador de El Universo: “Guardar cultura y serenidad en la polémica. No afirmar nada que tengamos que borrar al día siguiente”.
Llegó la hora de comprender y aceptar que la libertad de expresión no es propiedad privada de los medios independientes, sino un derecho universal de todos los ciudadanos.