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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

El pensamiento único ya nació en Ecuador

07 de diciembre de 2014

Los liberales de izquierda y de derecha ya no se confunden ni se pelean, entre ellos hay un acuerdo poderoso, con la amplificación de la prensa comercial: piensan igual, actúan unidos y planifican acciones de protesta en plena sintonía.

Ahora tenemos pensamiento único. Analistas, editorialistas, críticos, caricaturistas y entrevistadores hablan el mismo lenguaje. Ni se cuestionan ni se miran mal. Apenas hay en ellos un recelo con el futuro. Si Guillermo Lasso no coincide con Lucio Gutiérrez eso es lo menos importante, la prioridad es unir a la oposición bajo una sola bandera. Incluso esos liberales de izquierdas y de derechas reciben de entrevistadores matinales invaluables consejos: “Por favor, no se peleen, miren que el enemigo es uno solo; hagan hasta lo imposible por la unidad”.

Y esa unanimidad se traslada a las páginas editoriales, convirtiéndose en impecables y lustrosas. Tal parece que a ese pensamiento único hay que plegarse porque quien piensa diferente es tachado, indefectiblemente, de borrego (vaya paradoja), anacrónico, totalitario, facho, etc. Ese pensamiento único no acepta disidencias ‘intelectuales’.

¿Ya olvidamos que un asambleísta se desafilió del partido del Alcalde quiteño por el solo hecho de que su hasta entonces coideario asistió a un almuerzo ofrecido en Carondelet?

Los liberales de izquierdas y de derechas ahora tienen una sola bandera: defender la inmovilidad absoluta de la Constitución. Y ellos mismos, en su pensamiento uniforme, cuando discuten sobre los códigos aprobados en los últimos meses, dicen que todo es producto de Montecristi, que allí nació el germen del mayor presidencialismo y el presente autoritarismo.  

¿Si en 2017 ese pensamiento único ganara las elecciones legislativas, con una mayoría absoluta, respetarían la Constitución, las leyes y los códigos aprobados desde el 2008 bajo el espíritu de Montecristi? ¿Si llegara a conformarse esa mayoría, votarían juntos y se llamarían a sí mismos sometidos, levantamanos o sumisos? ¿Por qué no llaman borregos a los que acuden  de la mano a la SIP, a la CIDH y a otros foros (entre ellos los organizados por CREO) a  pronunciar el mismo discurso cada año? Si se recopilaran los editoriales de los últimos años, los comentarios de entrevistadores de radio, los ‘libros’ publicados por los opositores, las disquisiciones de sociólogos y filósofos becados por el ‘fascismo’, los blogs de ultracríticos y las páginas web supuestamente periodísticas bien financiadas desde el exterior, y con todo ello se hiciera un estudio de discursos y contenidos se comprobaría la existencia de ese pensamiento homogéneo en toda su dimensión.

Es difícil entender la realidad cuando la izquierda liberal juzga de intolerante a quien podría ser su aliado y menos cuando culpa el pensamiento único sin revelar su postura crítica con la derecha liberal. Y viceversa, porque tampoco se entiende esa derecha liberal (¿ahora marxista-leninista?) que secunda la postura de sindicatos, maestros, campesinos e indígenas sin comprender su esencia crítica con el afán exclusivo de sumar votos y luego abandonarlos.  

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