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El Telégrafo

El palo ensebado

15 de noviembre de 2012

En el Ecuador, todos conocemos ese divertido juego que se denomina el “palo ensebado”, propio de las ferias pueblerinas: se planta un palo grueso, tan largo como es posible, al que previamente se le ha untado grasa de animal para volverlo resbaloso, y se lo corona con una gran canasta de dulces, dinero y otros premios, destinados al afortunado trepador que llega hasta ese objetivo, lo que solo alguno lo alcanza, y no siempre, después de resbalar incontables veces para deleite de los espectadores.

Son pocos los valientes que se exponen al ridículo y a las risotadas de la gente, a cambio de alcanzar la gloria, es decir la canasta. Los políticos de siempre y los demagogos consuetudinarios, apoyados por los grandes medios y los periodistas de opinión más sesudos, jugaron primero a buscar un Capriles local, émulo del fracasado venezolano, y al no conseguirlo decidieron arriesgar sus fuerzas y su nombre en el palo plantado en mitad de la plaza por el Consejo Nacional Electoral.

Allí vino la grande: primero la puja por inscribirse en la lista del juego, luego tremendos esfuerzos, ya trepados en el palo. El niño Guillermo, que llegó al espectáculo en  deslumbrante Mercedes Benz costeado por la banca privada, alcanzó apenas a mitad del palo y resbaló, todo él ensebado, hasta tierra. El niño Lucio, que arribó en helicóptero, resbaló divinamente y se dio espectacular suelazo sin llegar ni a la cuarta parte del palo. Albertito fue menos afortunado y de nada le sirvieron sus aptitudes acrobáticas.

Alvarito fue el hazmerreír de la partida y nada pudieron los empujones de su digna esposa para que continuara trepando: rodó estruendosamente como un barril de puré de banano. El papito de “Dalo” llegó en enorme camello, pero no alcanzó ni 10 de los 20 metros del palo, mientras el niño Norman solo alcanzó a dar pininos a dos metros del suelo. En fin, la gente rió de lo lindo mientras los apuestos gladiadores se retiraban de este circo electoral perseguidos por la plebe irrespetuosa y antipelucona.

Hablando en serio, lo que pasó es que, como lo veremos en febrero, ellos confundieron la fiesta de la democracia con un palo ensebado y salieron a exhibir sus trajes de luces y sus malabares, unos con cinismo y otros con audacia, sin entender, de una vez por todas, que la historia del país camina del lado de “los que nunca fueron, pero que siempre han sido”, como advierte un poeta. Es decir, camina con los pobres. Cierto que este es un camino pedregoso y con bastantes baches, incluso fangoso a ratos, pero es el camino que el pueblo viene buscando desde 1830. Es el camino de la segunda y definitiva independencia.

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