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El Telégrafo

El pajarito de Maduro

20 de abril de 2013

Cierto académico ecuatoriano a quien estimo y respeto escribió por estos días una columna en la cual se quejaba ante los que crean opinión desde “la orilla de la revolución ciudadana”, por no haberse referido en sus columnas y entrevistas a la ampliamente difundida anécdota del “pajarito de Maduro”. Ve en esto la desinformación que resulta de solo leer “la-prensa-que-se-regala”, puesto que de haber leído los medios privados (la-prensa-que-se-vende), se habrían enterado del acontecimiento y, por lo tanto, referido a éste. De ahí deriva  el columnista que la falta de protestas ante el arrebato místico del entonces candidato constituye una abdicación al proyecto moderno y que por lo tanto, el Socialismo del siglo XXI constituye un proceso de “desilustración”.

Pero en realidad, desde la orilla de la revolución ciudadana, leemos juiciosamente los medios privados, pese a que cuando en ellos buscamos información sobre la coyuntura política venezolana nos encontramos de manera casi exclusiva con referencias al “pajarito de Maduro”. Lo que ocurre es que, siguiendo las premisas de la ciencia social crítica, intentamos entender la coyuntura no solo a través de anécdotas aisladas, sino mediante el análisis de la totalidad del proceso social. Así, vemos en la victoria electoral de Maduro no el fruto de la explotación de la “ignorancia” del pueblo, o su temor ante “la maldición del Cacique Guaicaipuro”, sino los frutos de la Revolución Bolivariana. ¡Acaso esto pesa más que la pobreza extrema, que se ha reducido dos terceras partes y la pobreza y el desempleo  a la mitad, en el marco de la consolidación del mejor sistema electoral del mundo –según el ex presidente Carter-, y un mecanismo de democracia participativa en el que intervienen al menos un tercio de los venezolanos –incluso los de oposición-!.

Obnubilados por la fácil anécdota, los analistas políticos de “la otra orilla” parecen incapaces de ver estas dinámicas. Resulta más fácil caer en reduccionismos como el que constituye denominar “desilustradores” a procesos políticos como el de Venezuela, uno de los primeros países latinoamericanos en erradicar el analfabetismo y que ha duplicado las matrículas universitarias, en buena medida, mediante subvenciones estatales. Con el mismo adjetivo tachan a la Revolución Ciudadana, que invierte en la actualidad más del 5% de su PIB en educación –una de las tasas más elevadas en América Latina- y que ha entregado 2.694 becas educativas, frente a 300 de los 13 años anteriores.

No veo cómo pueden ser considerados “desilustradores” proyectos políticos que tanto se esfuerzan por ampliar y profundizar el derecho a la educación para todos sus ciudadanos.
En lo personal encuentro más oscurantismo en la actitud con la que algunos académicos de “la otra orilla” se manifiestan ante la iniciativa estatal de exigir el título de PhD para los profesores titulares principales, más o menos con el mismo temor supersticioso con el que en el siglo XIX algunos rechazaban la locomotora y el automóvil, como si de cosa extraña y peligrosa se tratara, terrible invención del diablo venida de ultramar.

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