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El Telégrafo

El mundo sigue igual

05 de julio de 2013

La NSA (Agencia de Seguridad Nacional) tiene metadatos de todas las llamadas realizadas en los Estados Unidos. Todas. De sus propios ciudadanos. El Patriots Act, ya de por sí un cuerpo legal atentatorio contra la privacidad y ampliamente discriminatorio, contempla la necesidad de que las pesquisas sean por evidencia tangible necesaria para una investigación.

Es decir, la NSA es considerablemente ilegal. No veo un profundo cuestionamiento al sistema de inteligencia norteamericano por parte de una sociedad más cercana a la distopía orwelliana que al sueño americano. No veo las impeachments al presidente Obama (aunque recuerdo cuando sancionaron a Bill Clinton por tener relaciones extramaritales).

No veo las declaraciones frente a cortes nacionales de justicia por parte de los contratistas de la NSA, de los directores de la NSA, de los financistas de la NSA. Pero sí veo  una caza furtiva para quien los denunció. ¿Qué información tiene Edward Snowden para que los Estados Unidos estén dispuestos a atropellar cuanto derecho internacional se les cruce por delante? Se ha manipulado la opinión pública hasta caer en el absurdo. Una prueba contundente
de que la soberanía
europea se termina con una llamada del presidente estadounidense de turno
El bananarrepublicanismo de las élites dominantes. Una prueba contundente de que la soberanía europea se termina con una llamada del presidente estadounidense de turno. Porque esto no es nuevo (el efecto rebaño funcionó también con la invasión a Afganistán e Irán). Simplemente es más ridículo.  

Desde la ejecución de esta paranoia internacional se evidencian las contradicciones enfermizas de la desesperación. Evo Morales sale de Moscú del aeropuerto Vnukovo. Snowden se encuentra en Sheremétievo. Italia, España, Portugal y Francia deberían estar preocupados por la manera en que se están espiando sus asuntos internos, sin embargo se reducen a la figura del vasallo, bajo un membrete de “amistad” que desmerece su calidad autónoma. Por cierto, no había nadie en el avión. Solo ese vago recuerdo del neocolonialismo de la Guerra Fría.         

Yo me pregunto qué pasaría si algún día nosotros negamos el espacio aéreo a Air Force One, sospechando que llevan a algún presidente prófugo o algún exitoso banquero escondido en el baúl. Supongo que el mundo no funciona así. Funciona más como un documental alemán de los 80 donde, subiendo por una montaña de escombros, un personaje con una careta de Ronald Reagan se para en la cúspide, mientras otro con la careta del canciller Helmut Kohl le practica una felación. Veinte años no es nada.

El mundo sigue igual.

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