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El Telégrafo

El moralismo político de Montúfar y Granda

04 de enero de 2012

Víctor Granda modera su discurso cuando entra a un medio público, como lo hizo ayer en Ecuador TV. La semana pasada, en cambio, en la radio de Gonzalo Rosero, se burló, ofendió y vilipendió a los medios públicos con sus frases rebuscadas. Socialista de vieja data, Granda se arroga la bandera de un moralismo político y hasta cierto conservadurismo izquierdista para demandar ética a todo mundo, a propósito del juicio contra Jamil Mahuad, donde hay ahora una orden detención. Él aprovecha cada espacio radial para cuestionar el proyecto político desarrollado por el Movimiento PAIS  y al presidente Rafael Correa a partir de una tesis: este no es un proyecto de izquierda.

Con su postura, no muy distante de la vieja tradición de cierto sector del Partido Socialista Ecuatoriano, supone que lo vivido en el Ecuador es apenas la gestión de un gobierno más, la de una administración, casi casi, como la de las pasadas y relega toda perspectiva histórica a su moralismo izquierdista. ¿Parte de los mismos argumentos, ya hasta un poco añejos, de que todo lo que no salga de un programa firmado y fechado de su partido no tiene ninguna viabilidad? ¿Si él no está al frente de un ministerio o hasta de la presidencia nada sirve? ¿Qué le hace pensar que la crisis bancaria no cuenta en el presupuesto político del Gobierno para afrontar la devolución del dinero a los afectados?

Algo parecido le pasa a César Montúfar, quien por fin declaró a Diego Oquendo que en sus inicios fue de izquierda y ahora ya no. Dice que llegó a la política para cambiarla, para no ofender y menos para ensuciarla. Prácticamente ha llegado con sotana, dirían mis vecinos. ¿Para Montúfar la política, como a Granda, nace y empieza con él? ¿En su ejercicio político no cuenta ni sirve la disputa, la confrontación y/o el conflicto? ¿Desconoce la lógica social y económica de grupos de poder y reconoce que en esa disputa él toma partido y sabe quién sale beneficiado de eso?

Los dos personajes de la política (uno de supuesta izquierda y otro de supuesto liberalismo) generan todo, menos política, a lo mucho un catecismo bien escrito para impartirlo en un laboratorio donde las moléculas y los átomos lleguen de Neptuno. Olvidan que el Ecuador es heredero de 500 años de colonialismo, primero español y luego estadounidense. Ignoran que ni los ángeles se precian ahora de ninguna virginidad y que para cambiar las cosas en este país han hecho falta confrontaciones de fondo y hasta rupturas radicales, como la que vivimos hace más de un siglo con Eloy Alfaro; y ahora, en otras condiciones, con la Constituyente de Montecristi, a partir de que socialistas y liberales no supieron entender ni afrontar la necesidad de cambio que demandaba una multitud de ecuatorianos por más de tres décadas.

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