Tanto se ha dicho sobre el supuesto modelo exitoso de Guayaquil que ya la gente lo cuestiona abiertamente, sin el peligro de ser lapidado por la “herejía” de dudar siquiera de las brillantes ejecutorias de los herederos del dueño del país, cuyo monumento quedará olvidado en el abandono de una bodega de aduanas por capricho y voluntad del “exitoso”, sacramentado por el Opus Dei. En más de veinte años ciertamente que han hecho grandes obras, como el Malecón 2.000, con dinero de todos los ecuatorianos a través de la donación del Impuesto a la Renta, para que sea entregado por cien años a título gratuito en favor de una fundación. Un casino también quisieron construir, pero les pararon la obra por falta de permiso.
En tan dilatado tiempo aún persiste un 40% de población de la Perla sin alcantarillado, razón por la cual tiene que desfogar sus aguas servidas al Estero Salado, convirtiendo a ese otrora dulce y refrescante brazo de río en una fétida quebrada contaminada aún más con las descargas de desechos de centenas de empresas y factorías que han contado con la permisividad de quienes tienen la obligación de cuidar la ciudad y su entorno natural.
No luce procedente que la autoridad haya concedido a esos contaminadores un plazo para que conecten sus pestilencias a una red pública de desfogue de Interagua. Es como si al asesino confeso se le conceda un término para que deje de matar. La orden debió ser cumplida de inmediato y la sanción ejemplar para que los “pelucones” sin conciencia adecuen su conducta al respeto del medio ambiente. Y de esos hay algunos que salen a protestar por el Yasuní, con la menguada esperanza de volver a la fiesta de la partidocracia atracadora.
Esta apestosa experiencia nos recuerda las famosas “pérdidas negras” con las que una proveedora de energía eléctrica trataba de explicar la falta de pago de elevadas planillas de consumo por parte de la gallada. Eso también fue parte del “modelo exitoso”, y claro que lo era para ciertos poderosos ladrones de luz, mientras a los pobres les dejaban a oscuras por una simple planilla impaga. Que drague nomás el canal de acceso al puerto, pero que se atenga a las consecuencias que podría ocasionar una eventual elevación de tasas portuarias en la competitividad de sus operaciones. El puerto de Posorja está en el Golfo de Guayaquil y su construcción es facultad y deber de un gobierno responsable.